¿La representación parlamentaria del nuevo Congreso de la República será mejor al anterior o todo lo contrario? Esta es una de las mayores interrogantes que se hace la ciudadanía. Hay razones que sustentan esta preocupación. Dramática por cierto, en el mejor sentido de la palabra. Pero no para llorar. No es tiempo de ello. Hemos vivido situaciones más difíciles y el Perú ha mostrado capacidad para superar episodios ingratos. Ahora estamos afrontando algo similar. De ahí la responsabilidad de quienes van a ir a las urnas el próximo 26 de enero. Debe escribirse con mayúsculas. El voto es crucial, de gran responsabilidad. En parte, se está jugando el destino de la vida de la nación, en democracia, aquella que va más allá de la concurrencia a las urnas. El vocablo democracia nos explica que se trata de una actitud en la vida social, una filosofía política, una técnica y una forma de gobierno.
Tantos años de opacidad en el quehacer político, ha afectado a la ciudadanía, lo digo sin temor a equivocarme, en la concepción de este vocablo. La gran mayoría ha olvidado que, ahora más que nunca, la misma nos lleva a tomar en cuenta, de manera urgente, a conceptuar la democracia como una actitud en la cual todos y cada uno de la sociedad política, participan en el bien común y, por tanto, deben sentirse en la obligación de actuar en el desarrollo de la obra común correspondiente. En tal sentido todos tenemos una parte de responsabilidad y en la medida en que la asumamos, podrán derivarse los beneficios para cuantos constituyen la nación. Esto se debe producir si actuamos racionalmente el próximo 26 d enero.
Las primeras noticias sobre la elección o designación, o padrinazgo, o imposición, no ayudan en tal cometido. La concurrencia de los partidarios que han participado en las primeras elecciones internas, para nominar a los candidatos al nuevo Congreso de la República, en líneas generales constituye un fiasco. Por ahí, por ejemplo, alguien revela que aquel colectivo político que alguna vez alcanzó a tener un millón de militantes activos, en esta ocasión solamente ha logrado congregar a diez mil para tal acto. Todo un fracaso. De la misma manera otro personaje hablaba en las vísperas de formar parte del partido más grande del país, con capacidad de movilización y participación, lo cual auguraba una renovación desde las bases. A la hora de la verdad, no se ha producido nada de lo dicho. La concurrencia ha sido pobre en extremo. La prometida renovación ha sido una ficción. Una veterana exparlamentaria, conocida por decir cosas que no se ajustan a la realidad, es cabeza de lista en Lima. Otro expresidente, nada menos, involucrado en las malas andanzas de un hermano, ahora ha olvidado ese pasado repudiable y con la ayuda de una agrupación que habla de “progreso”, aparece en primer lugar, también en la capital de la república como exponente de lo que no es precisamente, vale decir “retraso político”. Engaño a los electores.
La convocatoria para las elecciones complementarias en la representación parlamentaria, debe interpretarse como una respuesta a la disolución constitucional. Una respuesta de un nunca más en el parlamento de gentuza involucrada en delitos comunes, protectora de ladrones y asesinos, de traficantes familiarizados con narcos, gestores de privilegios personales, traidores a la patria y obstruccionistas a todo lo que significaba la afirmación del derecho del pueblo al disfrute del bien común.
Los peruanos tenemos una oportunidad valiosa. Debemos de aprender a concebir un gobierno del pueblo. Tomar en serio que el pueblo es el sujeto de los actos que son definitivos para su vida. Hay que desarrollar una conciencia de pueblo como el gestor de “la libre y viva sustancia del cuerpo político”. El cuerpo político o sociedad política, es un todo orgánico hecho del pueblo. Proclamar que el pueblo es sujeto, significa que cada uno de nosotros, cualquiera que sea nuestra condición, es capaz de asumir y decidir libremente sobre su propio destino y no el simple objeto de un poder del cual se hace mal uso.