De cara a la realidad social del país de estos tiempos, hay que concluir que del estudio crítico del desarrollo político y social, como del diagnóstico de la realidad social imperante de nuestra nación, se puede concluir que el trabajo y el ser humano que trabaja ha sido, es y seguirá siendo la clave esencial de todo auténtico proceso de liberación de este ser humano, varón o mujer y consecuentemente de nuestro Pueblo y Nación.
Digo esto en razón de quienes dudan, quizá temor, respecto a las iniciativas que están surgiendo desde el poder político para decidir el futuro de tan importante problema. Para comenzar hay que tener claro que el trabajo es una clave que nunca ha sido efectivamente realizado en las estructuras, en las instituciones, en la política de la sociedad, de la economía, del Estado, de las relaciones sociales, de la cultura. Al menos con cercanía a la realidad verdadera o con la sensibilidad que merece la dignidad de la persona humana.
Desde la independencia política hasta nuestros días no sólo hemos fracasado de la construcción de República Democrática, donde el pueblo consolidara su protagonismo político soberano,, sino también en el desarrollo de sociedad justa y solidaria, donde el trabajo y el trabajador asumieran la dignidad, el valor, la primacía y el protagonismo que le corresponde y le son inherentes.
Es tiempo de reconocer que tales cuestiones están esencialmente condicionadas: sólo donde el pueblo actúa como sujeto y protagonista en plena libertad, es decir, en el marco de una sociedad realmente democrática, es donde el trabajo y el ser humano que trabaja pueden consolidar su primacía protagónica y clave de toda sociedad. Es lo pienso y creo.