¿Hasta cuándo el hombre seguirá siendo el lobo del hombre?

 

No se trata de alarmismo alguno ni de clamor exagerado. Lo cierto es que la conservación del ser humano en estos tiempos corre grave peligro. Todo como consecuencia del avance desenfrenado de los problemas ambientales. Una serie de actividades, procesos y comportamientos humanos, económicos, sociales, culturales y políticos, entre otros, están trastornando el entorno y ocasionando impactos sumamente negativos sobre el ambiente, la economía y la sociedad. El Perú no es ajeno a tan delicada situación.

Francisco, el Papa, se ha sumado a la voz de los jóvenes y de quienes luchan con vigor para encontrar remedio a las consecuencias dramáticas de la degradación ambiental en las vidas de los más pobres del mundo. No ha hecho excepción alguna, pero sí se ha preguntado con angustia cómo es posible que se pretenda construir un futuro mejor sin pensar en la crisis del ambiente y en los sufrimientos de los excluidos. Hay que proteger nuestra casa común, ha dicho este hombre que tiene hoy por hoy la capacidad de mayor predicamento en el mundo y que apunta con sabiduría terrenal que tal tarea incluye la preocupación de unir a toda la familia humana en la búsqueda de un desarrollo sostenible e integral.

El tránsito por recorrer, a juicio del Santo Padre, comienza por el diálogo, pero no un diálogo de sordos ni de mudos. Se trata de encontrar, en un esfuerzo sin precedentes, un camino donde se reconozcan aciertos y desaciertos, de éxitos y de errores, donde por fin el hombre deje de ser el lobo del hombre. Una conversación, como dice él, que nos una a todos, porque el desafío ambiental que vivimos, y sus raíces humanas nos interesan e impactan a todos. No hay espacio para la soberbia, para el egoísmo, para la vanidad, para el rencor, para la envidia y otros males que están en la epidermis del comportamiento de la raza humana.

Me pregunto si seremos capaces, si tendremos fuerza moral para escuchar y obrar en función a tan importante llamado. No ha ocurrido antes, pero en un antes que tampoco presentaba los problemas que hoy vemos y sentimos. Es cierto que resulta imposible olvidar ese pasado. El ayer no fue un paraíso ni un dechado de virtudes. Al contrario fue cruel y el comportamiento humano llegó a la insanía en el sentido extremo de la palabra. Pero hoy estamos en otro tiempo y en espacios nuevos, descubiertos con frecuencia con dolor y sacrificio por el mismo hombre. No extraña, por eso, que el mismo Francisco nos hable con sentimiento fraterno que tal el caso del movimiento ecológico mundial, que ya ha recorrido un largo y rico camino y ha generado numerosas agrupaciones ciudadanas que ayudan a la concientización, pero que con frecuencia suelen ser frustrados no sólo por el rechazo de los poderosos, sino también por la falta de interés de los demás.

Existen actitudes que son verdaderas barreras para la solución de los problemas ambientales. Van de la negación de los problemas a la indiferencia, la resignación cómoda o la confianza ciega en las soluciones técnicas. Ante el daño causado por el abuso humano se requiere de una solidaridad universal nueva. Pero ésta no existe, pese al talento de los seres humanos, a su capacidad, a su cultura, a su experiencia, a su iniciativa. Continuamos en la misma salvajada de otrora. Decididos a exterminarnos nosotros mismos. Esta realidad nos traslada a nuestro propio escenario, el Perú, en donde se ha convertido en moneda corriente los desencuentros de toda naturaleza, en donde lejos de buscar la justicia, se busca la venganza, en donde el apetito por el poder está direccionalizado, ya sea por encontrar riquezas a costa del erario fiscal o para hallar inmunidades políticas por delitos cometidos. La prensa con poder e intereses de grupo, anima, alienta ese comportamiento. Lo ha hecho siempre. El resultado es caótico. El desaliento de la ciudadanía es visible, todo esto en las cercanías de una emancipación política, sin asomo de independencia económica.

Un tema que debe estar en la prioridad de la agenda de la gobernanza, aparte de los que conciernen a los problemas sociales, económicos, políticos, es el referente a la contaminación ambiental. Sin embargo, por lo que se observa y se aprecia, no es así. El ministerio del Ambiente sabe que ciudades como Piura, Chiclayo, Iquitos, Trujillo, Chimbote, Lima, Pisco, Arequipa, Ilo, Cerro de Pasco, Cusco y Huancayo son los lugares que sobrepasan los estándares de calidad del aire, en donde la población respira el oxigeno más contaminado. Tiene, también, conocimiento que la capital de la república, Lima, es la urbe con peores indicadores que casi triplica el nivel permitido por la Organización Mundial de la Salud. Registra 12,5 toneladas por kilómetro cuadrado al mes de polvo atmosférico sedimentado, cuando el promedio es de 5 toneladas. Las causas provienen de las actividades minero-metalúrgicas, la industria pesquera y el transporte con vehículos automotores. El Ministerio lo sabe y es posible que haya mostrado preocupación, pero ese posible carece de resultados. La situación es cada vez más insufrible.

¿A dónde iremos a parar con todo esto a la vista? Los problemas ambientales no se reducen a un solo país o región. Se extiende por todo el planeta. La destrucción de la Capa de Ozono, el calentamiento de la Tierra más la lluvia ácida, la destrucción de los bosques y selvas tropicales, la contaminación de los océanos, la contaminación atmosférica, la disposición final de los deshechos tóxicos, la contaminación de suelos, aguas, plantas, animales y seres humanos por el efecto de los plaguicidas, son algunas de sus características. Se están agotando los recursos naturales renovables y no renovables, existe una distribución ecológica desigual del consumo de energía entre países, entre tantos problemas, que están poniendo en riesgo la existencia del hombre sobre su casa común. ¿Éste será capaz de salvarse a sí mismo? Tal la interrogante que está por encima de otros conflictos, de otros desencuentros. Mañana puede ser tarde.

 

Leave a Reply

You must be logged in to post a comment.

43060
V: 630 | 9