La multitudinaria presencia de la ciudadanía en las calles de Lima, Cusco, Trujillo, Chiclayo, Arequipa y otras ciudades del territorio nacional, exigiendo la salida del señor Pedro Gonzalo Chávarry Vallejos, del sillón principal de la Fiscalía Nacional, a la vez que manifiesta rechazo a los graves males que viene ocasionando la corrupción al país, merece ser interpretada como la expresión de una nación digna, fiel a los principios de soberanía del pueblo, del Estado democrático de derecho y de la forma republicana de gobierno.
Estos hechos de trascendencia cívica, con apego a lo consagrado en la Constitución Política del Perú, nos hace ver que la nación ha comprendido que haciéndose escuchar está en condiciones de crecer, avanzar, alcanzar su desarrollo y prosperidad, a la par que movilizándose tiene la fortaleza suficiente para enmendar los malos pasos de quienes vienen incumpliendo con la promesa de servir a la patria, acabar con la delincuencia que se ha enquistado en funciones claves del Estado y llevar a los estrados de la justicia a los que se han enriquecido a punta de suculentas coimas y millonarios sobornos.
Existen antecedentes de episodios democráticos como los que hoy protagoniza el pueblo, pero estos últimos sobresalen porque la comunidad nacional ha logrado unir a los arriba y a los de abajo, a los jóvenes y a los viejos, en aras de un objetivo común que los identifica, esto es, una misma vocación histórica para salvar al país del peor de los males que le afectan, como es el caso de la corrupción. Un cáncer que viene de tiempo atrás y que amenaza en convertirse en metástasis generalizada. Una cirugía profunda, con el bisturí que posee la democracia, es impostergable ahora, ya mismo.
Sin embargo, la última palabra no está dicha. La debilitada pero no vencida, mayoría parlamentaria que representa al neofujimorismo y al neoaprismo, maniobra maquiavélicamente para obstaculizar la demanda de la sociedad peruana, en esta lucha contra la corrupción. Apela para ello a burdas interpretaciones de la Constitución, con el propósito de dilatar la aprobación urgente del proyecto de ley presentado por el Poder Ejecutivo, que pondría fin al reinado de Chávarry Vallejos en la Fiscalía de la Nación y de otros tantos funcionarios que están al servicio de corruptos y corruptores.
Es evidente que todo el mal que esa mayoría parlamentaria ha hecho desde hace dos años y medio, lo ha hecho bien. Ante eso está reaccionando la ciudadanía. Ya no soporta la falta de vergüenza, descaro, cinismo, demagogia de tales legisladores. Eso explica el porqué de su presencia multánime en las calles. La vida social ofrece un ejemplo del grave deterioro que sufre la convivencia nacional por culpa de esa mayoría. Padece profunda anemia. Pero hoy este pueblo se ha puesto de pie, está recuperando la unidad y la vocación del derecho a una vida justa y digna, el sentido y la conciencia de nación. Por ello se deja sentir y comparte valores y principios que los une y solidariza. La lucha cívica recién comienza. Aquellos a quienes se les dio poder de representación en el cuerpo político, lo están usando irrespetuosamente, para atender y beneficiar fines privados. Ahora están notificados. La ambición salvaje, primitiva, los están llevando al ocaso y a la perdición.