La sociedad amoral

 

En el sigo XX se han hecho desaparecer las normas más importantes: no matar y no envidiar. El fascismo y el comunismo desactivaron el quinto mandamiento: no matar. Ellos reclamaron el permiso para matar a gran escala por el bien de la raza o de la clase, según el filósofo Peter Sloterdijk. Se puede añadir la experiencia actual del fanatismo religioso en varios países, que se atribuyen la autoridad de matar a los que no son de su fe.

Sin embargo, la norma ética contra la envidia es la más importante de todas las civilizaciones porque previene la violencia. La envidia genera tensión y puede impedir objetivos que la sociedad ha marcado. La envidia implica un rival y un bien, valorados como importantes; la persona envidiosa sufre porque su rival posee cosas buenas y ella no. En lugar de ser él mismo, el individuo se compara siempre con los demás y puede llegar a la mentira, a las acusaciones falsas contra personas honestas, a la estafa, a ocultar o negar el bien que proponen y hacen otros, o a la violencia para hacer daño al otro. La regla de no envidiar se ha cambiado por la regla: debes desear lo que tienen los demás y si no lo puedes conseguir legalmente debes asaltar y robarlo. Dante Alighieri colocaba a los envidiosos en el purgatorio. Su castigo consiste en tener los ojos cosidos.

La democracia ha traído muchos derechos, pero el filósofo Luc Ferry considera que en el mundo actual igualitario del sistema democrático sobresale la pasión de la envidia, más que la ira o el miedo. La amenaza en la democracia es la envidia. Cuanta más democracia más envidia y celos. La envidia es el deseo para algo del otro, sea material, intelectual o relacionado más profundamente con su felicidad. La envidia no se limita a un hecho, es una actitud permanente de descontento o insatisfacción, que elimina la posibilidad de amar o de agradecer. La sociedad ha perdido los valores morales: periodistas, políticos (sobre todo dentro de los partidos), intelectuales, cantantes, comediantes, profesores universitarios, comerciantes, religiosos en los conventos, etc. Se destetan entre profesionales por las diferencias de éxito a pesar de que todos parten de la misma base. Las rivalidades crecen con los que están en la misma profesión. Se inventan todo tipo de explicaciones, las más falsas, para justificar su fracaso frente al otro. El bullying en los colegios es a menudo contra los alumnos más destacados.

El filósofo Sloterdijk dice: hoy en día existe la cultura de la fortuna. Se festeja el azar. ¿Qué hay más injusto que el azar? Vivimos en una religión que adora a la diosa del capricho y del vencedor, de las bolsas, de los duelos eróticos, donde siempre hay vencedores y perdedores. La corrupción es normal. Los ideales de bien y de servicio han sido cambiado por la cultura de la competencia que abre la puerta a la envidia de la prosperidad de los otros.

El filósofo Javier Gomá dice que estamos en la sociedad de la vulgaridad. Nietzsche lo explicó al comienzo del siglo XX: no hay diferencia entre el bien y el mal. La vulgaridad es la libre manifestación de la espontaneidad estético- instintiva del yo. Se festeja el cuerpo y la belleza y nos olvidamos de lo principal, la ética que posibilita las buenas relaciones con los demás.

Observamos la sociedad “maravillosa” de los cuatro poderes materialistas: la ciencia, la tecnología, el liberalismo y el socialismo. Están logrando imponer, como principal aspiración de los ciudadanos, los placeres que cuestan dinero y el abandono a la familia que es el lugar donde se aprende amar y ser amado y donde se da la educación a los que serán ciudadanos responsables. Encontramos a nivel mundial lo siguiente: poderes económicos mundiales que escapen al control de casi todos los gobiernos, la indiferencia frente a la destrucción de la naturaleza, las personas que consideran normal que el robot vuelve autónomo y elimina la humanidad, la violencia en las familias, en los centros educativos y el crimen organizado a nivel internacional.

Ya no se menciona los ejemplos de la moralidad: Buda, Cristo, Confucio y Sócrates. Los ejemplos del mundo cultural son la mención de los multimillonarios, los cantos que enseñan la vida de drogas, libertinaje y de suicidio, los políticos corruptos etc. Todo esto, es el mundo “cultural” que recibimos. El ser humano, desde la niñez, vive de la imitación. La mayor parte de nuestras ideas, comportamientos y gustos copiamos de los demás.

Solo la verdad de Cristo, los hará libres. “Como el Padre me amó, así también los he amado, permanezcan en mi amor…Les he dicho todas estas cosas para que mi alegría esté en ustedes y su alegría sea completa” (Juan, 15,9-11).

 

1069746
V: | 146