Las redes sociales y el mercadeo, no siempre gratos

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Ir contra la tecnología es un absurdo, una batalla que definitivamente se va a perder y por gusto seguir tercos contra molinos de viento a lo Quijote. Lo que queda, y esta es una recomendación de alguien que no “vive” esperando el próximo adelanto de Apple, Samsung o de Microsoft, es saber escoger qué nos acomoda y dejar de lado aquello que nos estorba.

Rechazar la tecnología en masa es una actitud ermitaña, y muchas veces no somos conscientes de las maravillas que dejamos pasar. Por ejemplo, el Facebook te permite reencontrarte con amigos y familiares que el tiempo y la distancia los alejó de tu vida, es una experiencia bonita y reconfortante. Pues como seres humanos, somos también seres sociales y no deberíamos convertirnos en “islas”.

Conozco personas de la llamada “tercera edad” (que feo es que se la pasen recordándoles sus años a la gente) que disfrutan del Facebook. Abuelos y padres que mantienen los nexos con sus nietos e hijos gracias a esta red social, pues la necesidad de trabajar a veces te separa de los tuyos y éste es más que un paliativo.

Laboralmente, por lo menos en mi rol de periodista, empecé a hacerles caso a mis colegas, a mi editor, y me forcé a aprender recursos que te da la multimedia para complementar una información. Por ejemplo, una nota en la web que no te coloca videos, buenas fotos, redes sociales (Facebook, Twitter, Instagram) termina siendo desechada. Es incompleta. Y es sencillo aprender a usar esas herramientas, mucho más de lo que parece.

Pero, hay casos que me resultan cercanos a la saturación. El otro día quería ver una entrevista de Beto Ortiz a Pedro Pablo Kuczynski, el diálogo estaba realmente interesante. Pero en la zona baja de la pantalla se hallaba la consabida franjita de los tuits y en mi intención de querer revisar las opiniones populares me desconcentraba de la conversación y perdía la hilación. No seré un genio, pero tampoco soy bruto, dudo que la mayoría de la teleaudiencia pueda digerir ambos contenidos. Sé que no es un defecto exclusivo del programa La noticia rebelde, y que quizás en shows de baile y canto uno pueda seguir ambas lo que ve y lo que lee, pero en este caso era difícil, para mi imposible.

La tarjeta indeseable

Parece el título de un cuento, así que resumiré mi queja con un relato. Un domingo temprano dormía con la justicia de haber trabajado a consciencia el resto de la semana. Sonó el teléfono antes de las ocho de la mañana y una señorita de voz amable me ofrecía una gran oportunidad: tener una tarjeta de crédito.

Yo no deseó más plásticos que me llenen de deudas, y a ese mismo banco le había explicado con amabilidad días antes (hasta en dos ocasiones) mis motivos para rechazar la tarjetita. Por lo que mientras reaccionaba de ese brusco despertar, con voz enojada (sin insultos) dije: “Señorita son las siete y media de la mañana del domingo…”. Ya no dije más, la chica había colgado.

Es una intromisión a la vida de los demás, deben de ofrecer su producto una sola vez, no recurrir al hastío de la gente. A mi percepción esos métodos reflejan desesperación por conseguir clientes. Algo muy negativo para una entidad bancaria que debe reflejar solidez, solvencia, y dar una cara alegre a sus usuarios. Detesto la advertencia “por si acaso esta llamada puede ser grabada”, uno debería de grabarlos a ellos para demostrarles su impertinencia. La moraleja de esta breve narración es: NO QUIERO ESA TARJETA DE CRÉDITO.

 

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