Los candidatos ya se olvidaron del Acuerdo Nacional

 

Creo que quien desee, en serio, ser el próximo presidente de la República se la puede llevar fácil. Algo más ni siquiera necesita con urgencia preparar un plan de gobierno. Puede ahorrar tiempo y dinero. Es cuestión de que tenga comprensión lectora. A lo más tendría que buscarse un par de escribidores para que le preparen los discursos que son propios de las campañas electorales, sin necesidad de buscar o consultar con técnicos especializados en las más complejas materias de la gobernabilidad. Y claro, eso sí, poner de su parte, algo de claridad a la hora de «discursear»y saberse memoria lo que necesita el país para enrumbarse, de veras, hacia el anhelado progreso con el que sueñan todos los peruanos.

Para comenzar, así sin mayor inspiración puede prometer el compromiso «a consolidar el régimen democrático y el Estado de derecho para asegurar un clima de estabilidad y cooperación política, promover la competencia democrática y garantizar elecciones libres y transparentes, el pluralismo y la alternancia en el poder». De paso podría declarar que «la democracia representativa es la base de la organización del Estado de derecho, que se refuerza y profundiza con la participación ciudadana permanente, ética y responsable, en el marco de la constitucionalidad».

A propósito de lo anterior y para que no queden dudas de que es todo un campeón de la democracia, podría citar el compromiso «a fomentar el diálogo y la concertación entre todas las organizaciones, tanto políticas como de la sociedad civil, en base a la tolerancia, la afirmación de las coincidencias y el respeto a las diferencias de identidad, garantizando las libertades de pensamiento y propuesta». En pocas palabras y dándole al discurso el efectismo del caso podría agregar la firme decisión de «promover y consolidar una cultura de diálogo y concertación, con mecanismos de participación ciudadana e institucionalización en los procesos de prospectiva nacional, formulación presupuestal y planeamiento estratégico».

Dando la apariencia de conocer dónde se encuentra a estas alturas la mayor sensibilidad de la ciudadanía, podría agregar a sus promesas el compromiso «a sostener la política económica del país sobre los principios de la economía social de mercado, que es de libre mercado, pero conlleva el papel insustituible de un Estado responsable, promotor, regulador, transparente y subsidiario, que busca el desarrollo humano y solidario del país mediante un crecimiento económico sostenido con equidad social y empleo».

Es muy posible que lo dicho no sea suficiente. En ese caso debe subrayar que asume el compromiso «a construir y mantener un Estado eficiente, eficaz, moderno y transparente al servicio de las personas y de sus derechos, y que promueva el desarrollo y buen funcionamiento del mercado y de los servicios públicos». Es decir que «el Estado atienda las demandas de la población y asegure su participación en la gestión de políticas públicas y sociales, así como en la regulación de los servicios públicos en los tres niveles de gobierno» garantizando además «una adecuada representación y defensa de los usuarios de estos servicios, la protección a los consumidores y la autonomía de los organismos reguladores».

Bien se sabe que el país afronta gran número de problemas. El candidato presidencial deseoso de ganar con la mayor facilidad, podría también hacer suyo el compromiso «a adoptar una política integral contra las drogas que, sobre la base de principios éticos y valores sociales, esté compuesta por elementos educacionales, económicos, comerciales, punitivos , de salud pública y de control».

Ahora si quiere vencer con ventaja que mejor que hablar en cada plaza y en cada medio de comunicación masiva, además de accionar todas las redes sociales, para decir que se compromete «a dar prioridad efectiva a la lucha contra la pobreza y a la reducción de la desigualdad social, aplicando políticas integrales y mecanismos orientados a garantizar la igualdad de oportunidades económicas, sociales y políticas». Todo eso, sin olvidar para contento de los electores, el compromiso «a combatir la discriminación por razones de inequidad entre hombres y mujeres, origen étnico, raza, edad, credo o discapacidad».

Decía al comienzo que el candidato llamese Alan, PPK, Alejandro, Keiko y siguen nombres, tiene todas las de ganar si anuncian tales y otros importantes compromisos. Agregaba que prácticamente no requerirían de técnicos que le hagan su Plan de Gobierno. Ni tampoco esperar interesadas donaciones millonarias para encarar los gastos de las respectivas campañas. Y saben ¿por qué? Muy simple: todo lo enunciado ya está escrito, firmado, oleado y sacramentado por esos mismos fascinerosos que ahora quieren volver a vivir de la teta del Estado. Así lo hicieron hace años, cuando suscribieron en Palacio de Gobierno el «Acuerdo Nacional», obra ésta promovida por un noble político, como fue Gustavo Mohme Llona, lamentablemente ya desaparecido. Ha pasado el tiempo, el llamado «Acuerdo Nacional» quedó en simple compromiso, guardado en el olvido. ¡Qué buena se la hicieron a la ciudadanía! Con el agregado que ahora quieren repetir el plato: ¡volver a mentir!

 

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