Hace un par de días escuchábamos accidentalmente la conversación entre dos clientas de un mercado. Una de ellas aconsejaba a la otra qué medicinas debía tomar para los males que aquejaban a su compañera de conversación. Daba los nombres de pastillas e inyecciones que según decía lograrían resultados asombrosos que eran copiados por su amiga quien confesaba que iría de inmediato a comprarlas a la farmacia.
Es cosa común que las personas acudan a una botica y le consulten al farmacéutico qué deben tomar para tal o cual caso. Por más buena intención que tenga, el farmacéutico no está autorizado ni capacitado para recetar fármacos.
Automedicarse, es decir utilizar medicinas que no han sido recetadas por un médico, es un grave peligro para la salud, siendo el riesgo mucho mayor en mujeres embarazadas, niños y ancianos. En este caso el aparente remedio puede ocasionar un daño irreversible el organismo de la persona.
El vecino o vecina que nos aconseja puede tener la mejor intención del mundo y estar deseoso de ayudarnos, pero no sabe nada de medicina para entender que si cierta medicina les hace bien tal vez pueda causar grave daño a otra persona.
El médico conoce cuál medicina es la apropiada para cada persona. Sus conocimientos y su experiencia le permiten tomar decisiones en este sentido, Sabe de las contraindicaciones y de las reacciones adversas y por ello es el único especialista que puede tratarnos un problema de salud. Una medicina inapropiada puede causarnos un simple mareo o un leve problema estomacal, pero si somos alérgicos a cierto componente y no lo sabemos podemos sufrir de una reacción alérgica muy severa, según afirmó el Dr. Luis Perales, especialista en Medicina Interna.
Ante una enfermedad lo más aconsejable es consultar a un médico quien sabrá darle la recta apropiada. No arriesguemos nuestra salud consumiendo lo que alguien nos aconsejó, Es lo mejor para nosotros y para los nuestros. ¿No les parece?