Mandar al carajo a los demás es propio del político inculto

 

Habría que pensar cuál sería la reacción de alguien, que sin causa alguna valedera y olvidando que el país está animado por un acto de carácter cívico de la mayor trascendencia, un pleitista, mal disfrazado de macho del pueblo, lo manda al carajo. En pocas palabras, le dice anda vete a la eme. ¿Cuál sería la respuesta más atinada? Unos consideran que no se le debe hacer caso. El tipo lo que busca es notoriedad, aunque sea a base de expresiones groseras. Otros, son de opinión que si la pelea llega a ese nivel, hay que responderle en el mismo tono y en términos peores. Esto, porque hay que pagarle con la misma moneda al provocador y pararlo en seco. Pero no faltan quienes más serenos, dado que están participando en una justa ciudadana, en la que es menester tener en cuenta que respeto guardan respeto, consideran que el mal paso dado por el soez agresor debe ser denunciado ante la autoridad respectiva y que ésta, en armonía con las reglas establecidas, debe sancionar ejemplarmente a quien ignora, que siendo el pueblo soberano, hay que dar ejemplo de educación al pueblo.

Este triste episodio ha sido protagonizado por quien, se jacta de ser un gran emprendedor, cuando en realidad no pasa de un mediocre postulante a recibirse de político. Su paso por diferentes tiendas partidarias, que lo muestran como un habilidoso tránsfuga, es una muestra de cómo hay quienes creen que participar como candidato a las próximas elecciones presidenciales, significa comportarse como un maleante, esgrimir la navaja y atacar salvajemente en una pugna donde todo vale, aunque eso lo presente como un inculto, un patán, un cafre y otros sinónimos más. ¿Mal aconsejado? ¿Falto de talento? No hay respuesta que valga. Él es el único responsable de su indecencia. Ha quedado al desnudo respecto a su formación ciudadana. Solo queda decirle que es un «enano» que se ha equivocado de «guerra».

¿Aparecerán otros «enanos» en esta contienda electoral? Esperemos que no. Y en todo caso, es preferible invitar a quienes son candidatos a la primera magistratura a la reflexión para que comprendan que a los seres de condición humana corresponde la característica de ser dueños de sus actos, y ello es así en virtud de que poseen una naturaleza intelectual. De esta manera, señalan los maestros del humanismo, el hombre puede obrar libremente, hacerse responsable de sus actos y, en consecuencia, demostrar que posee entre todos los entes existentes una dignidad que ninguno de ellos alcanza como tampoco les es dado alcanzar la perfección relativa del ser humano.

Hablar en este y en otros casos de dignidad humana es palabra mayor. Debería presidir toda confrontación política y en cualquier actividad. No sólo se trata de un ente reconocido como el más perfecto entre los existentes y que por tal razón ejerce señorío en la tierra y no puede ser utilizado como simple instrumento para lograr los fines de otro. Ya lo han manifestado otras mentes más avanzadas:»la persona del hombre es sustancia individual de naturaleza racional». Ojalá nuestros ciudadanos, convertidos en políticos, así lo interpreten. Engañar, ofrecer falsas promesas, incumplir las mismas, mentir en suma, no es otra cosa que atentar contra la dignidad humana.

 

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