De todos modos, el desconcertado visitante, pidió que le permitieran visitar a su reencontrada esposa, lo cual, le fue concedido, bajo ciertas recomendaciones, como la de no contrariarla -en lo del teléfono, por ejemplo- ni propiciar situaciones que pudieran enfurecerla.
Y una vez autorizada la conversación conyugal y María creyó llegado el momento de su liberación, hubo de comprender que su amado esposo… sólo “le llevaba el amén”, mientras la tranquilizaba diciéndole que, en cuanto lo autorizaran los doctores, la llevaría a casa.
Por el automóvil, ya no había que preocuparse, pues los ladrones lo habían desmantelado y finalmente, le ofreció una caja de bombones, antes de despedirse con un beso, hasta el próximo día de visita.
UN FINAL “POÉTICO”
El maestro “Gabo” concluye poéticamente, que como el doctor Jefe del “Lococomio”, le indicara al marido visitante, que “los chocolates, podían chocar, con los medicamentos suministrados a María para lograr su recuperacion”, – el buen hombre se limitó a llevarle, rosas, durante los largos años siguientes.
-El tema, pertenece a la vida real y García Márquez, aceptó llevarlo al cine de la mano de un prestigioso Director, proponiendo como título del film: “Yo Sólo Vine a Hablar Por Teléfono”, el mismo que otros genios cambiaron por: “María de Mis Amores” y, en conclusión, terminó por llamarse: ”María del Corazón”, como un mensaje de amor y dolor a todas las “Marías del Mundo”, que pudieran perderse en cualquier carretera, que se empeñen en hablar por teléfono y, sobre todo, que ignoren la diferencia entre los golosos bombones del capricho y las ardientes rosas del cariño verdadero.
Perdón por el pirateo, maestro “Gabo”. Y, a todos los enamorados de verdad, mil disculpas por la ternura inevitable.
A todos mis amables lectores:
El periodismo, conduce a veces- a los mejores cultores del género, a un maravilloso encuentro con la literatura, lo cual sólo se logra -una vez más lo digo-: “leyendo, escribiendo y viviendo. Las tres cosas intensamente”.
-Podría añadir en beneficio de los jóvenes que de verdad amen nuestra profesión, que mucho se aprende, siguiendo a los grandes del oficio y a veces, pagando piso, con grandes retazos de corazón.
Dicen los sabios que: “cuando el discípulo esté listo… el Maestro aparecerá”.- Yo quisiera añadir modestamente que: “La sincera práctica constante, forjará, inevitablemente, la maestría”.- Con todo mi afecto y buenos deseos: Hasta mañana.