Lamentablemente la experiencia nos enseña que la política es un cementerio repleto de personas con buenas ideas y nobles intenciones. Muchos políticos liberales, por ejemplo, saben exactamente qué es lo que está mal en sus países y tienen ideas muy convincentes e innovadoras para solucionar estos problemas, pero pierden en la arena de la lucha política. Quien afirma lo escrito es la Fundación Friedrich Naumann, como introducción de un plausible trabajo que contiene doce reglas sencillas para ser un político exitoso.
No sé si quienes en nuestro medio se presentan como liberales hayan leído y tomado en cuenta las citadas doce reglas de oro que, como dice la fundación alemana, les ayudarán a realizar sus sueños, a mejorar el apoyo que reciben de sus electores y a vencer a sus rivales políticos. Estoy por creer que la mayoría de esos liberales de cuño nacional no las conocen. ¿Por qué? Es un poco difícil encontrar una respuesta exacta, más aún cuando muchos de ellos hacen gala de tal identidad, sin conocer a ciencia cierta el significado de la misma.
Por eso y con la sana intención de mejorar el debate entre los candidatos a la presidencia de la República y de quienes hoy en día pugnan a todo costo por integrar las planchas parlamentarias presentándose como liberales, me tomo la libertad de repetir algunas de las mencionadas reglas. Al fin y al cabo nada se pierde con eso. La misma Fundación Naumann alienta a ello, señalando que el trabajo está dedicado a los «políticos que se disgustan con la experiencia frecuente de que las buenas personas pierden contra los «políticos de oportunidad».
Pero vamos al grano. ¿Qué dicen estas dichosas reglas? En primer lugar, recomienda que el político «piense estratégicamente. Ninguna receta es mejor para el éxito que la planeación cuidadosa de las actividades y la actuación de acuerdo a un plan estratégico claro». El autor explica que una de las razones por las cuales hasta los políticos más prometedores acaban fallando es la falta de planeación estratégica.
De acuerdo con la segunda regla, no se debe planear sólo para la victoria. Hay que saber decirle a los electores lo que el candidato hará después de vencer en la elección. La recomendación toma en cuenta que muchas veces los electores sospechan que los políticos no velarán por sus intereses una vez pasada la elección, sino que sólo tratarán de cuidar de sus propios intereses.
Siguiendo con el tema, en la tercera regla se lee que el político debe analizar sus fortalezas y debilidades y tratar de minimizar las debilidades que le impiden alcanzar el éxito. Lo dicho se ajusta a la verdad. Por eso el comentario a la regla señala que «no vale la pena caer en la trampa de muchos políticos: el autoengaño. No es posible construir victorias sobre mentiras».
La cuarta regla me parece que hubiera sido dictada tomando en cuenta la realidad peruana. Textualmente refiere: «Escuche a las personas y céntrese en sus necesidades principales». El comentario explica que «muchos políticos se dejan llevar por disputas y debates sobre temas aburridos, insignificantes o mezquinos para los electores. Entonces los debates se transforman en una materia exclusiva para la clase política, lo que aburre a los electores y conduce a la alienación entre los electores y los candidatos. En realidad, los electores mantienen sus pies bastante más sobre la tierra. Ellos quieren mejoras concretas para sus vidas diarias: un empleo, una casa decente, seguridad social en la tercera edad y en caso de enfermedad, educación de calidad para sus hijos y protección contra el crimen y la violencia».
Pienso que estas primeras cuatro reglas son más que suficientes para que los candidatos al Poder Ejecutivo y Poder Legislativo afinen sus baterías. No es requisito indispensable presentarse como liberal. Más allá de eso es mejor reflexionar sobre tales recomendaciones. Al fin y al cabo, de practicarse las mismas se estaría ayudando a hacer política en términos más decentes.