Hoy hablaremos de un caso de la vida real. Solamente cambiaremos por motivos éticos el nombre de los personajes. Lógicamente, tal como suele decirse en las series de televisión “Cualquier semejanza con la realidad es pura coincidencia”.
Juan fue llamado para ocupar un cargo importante en cierta empresa. Le ofrecieron el doble de lo que ganaba por años y una serie de ventajas que terminaron por convencerlo. Profesional honesto y capaz, planificó con mucho cuidado sus actividades y fue presentado por la gerencia a los trabajadores. Cayó muy bien a todos por su trato amable y la capacidad que demostraba.
Pocos meses después de estar en el encargo encontró después de mucho tiempo a Pedro, a quien consideraba su mejor amigo a quien le contó que acababa de ser despedido injustamente y que por su edad le era muy complicado conseguir empleo. Con la generosidad que lo caracterizaba, Juan habló con su jefe, insistió y finalmente logró que lo contrataran inclusive en mejores condiciones que las de su anterior empleo. Lo presentó ante los trabajadores como su mano derecha, diciendo que ponía las manos al fuego por el amigo.
El cargo de Juan exigía constantes viajes dentro y fuera del país. Mientras tanto su amigo lo reemplazaba. Todos se imaginaban que le guardaría las espaldas en agradecimiento por haberle conseguido el empleo. Pero la verdad era otra, pues Pedro de manera artera se encargaba de indisponer a Juan con sus superiores, criticando su trabajo, mencionando que él era quien en realidad lo hacía todo.
En uno de sus viajes Juan tuvo un inconveniente y regresó después de lo esperado. Pedro ya había usado lo que popularmente se conoce como serrucho y la empresa decidió despedir a Juan. A Pedro lo nombraron de inmediato en el puesto y en la primera reunión con los trabajadores dijo que lamentaba “de todo corazón” lo de su mejor amigo, que así era la vida y que ahora mejorarán las cosas. Alguno de los trabajadores, en la hora del refrigerio le increpó su conducta y la respuesta fue “Yo no vivo de la ética”.
Seguramente los oyentes recuerdan algún caso similar. Hay un refrán que dice “No muerdas a la mano que te dio de comer”. Es decir, hay que saber agradecer a quien nos ayudó. Apoyarlo y defenderlo cuando sea necesario. Actuar de otra manera significa una falta grave, una conducta que por lo menos podemos llamar deshonesta y repudiable. Si alguien nos da su confianza y nos ayuda en momentos difíciles lo menos que podemos hacer es agradecerle. No debemos morder la mano que nos dio de comer. ¿No les parece?.