El síndrome cordero (II)
Convertido así en una suerte de payaso sombrío, Don Pedro, falso Emperador y despreciado músico, siguió trotando las calles, bebiendo de gorra el “Chilcano de las Doce” y acariciando acaso su deliro envejecido. Al anochecer, anclaba en el cálido refugio del único cuartucho que se salvó de la “rematina” azuzada por quienes lo desbarrancaron al...



