Perezcamos todos

 

Ricardo Palma afirmó en 1896 que “el lazo más fuerte, quizás el único, que hoy nos une con España es el idioma, y sin embargo, es España la que se empeña en romperlo”.

El reino español había tardado mucho en reconocer la soberanía de sus excolonias, y en el campo de las letras el encono fue aún mayor y más persistente; apegados al fetiche del purismo los académicos no dejaban pasar ninguna expresión que procediera de las indias.

Para conocer algo más sobre esos tiempos nos basamos en Ricardo Palma, quien fue actor y testigo de innumerables combates; el territorio en disputa, la admisión o el rechazo de vocablos que ya en América habían sentado plaza pero los peninsulares consideraban indignos de su casticismo a ultranza.

Palma fue miembro de la Academia Peruana de la Lengua y también de la Real Academia,que por esa época pretendía evitar a toda costa el contagio americano cual si una nueva epidemia de la peste amenazara sus costas.

Durante una sesión de la Real Academia, Ricardo Palma sostuvo que, como figuraba en el diccionario el sustantivo presupuesto, nada habría de irregular en admitir el verbo presupuestar “del que tanto gasto hacen periodistas y oradores parlamentarios”.

Tal verbo, añadió, ha llegado a imponerse en la lengua para evitar el rodeo de “formar presupuesto”, “consignar en el presupuesto, etc.

“Pobre, estacionaria lengua sería la castellana si, en estos tiempos de comunicación telegráfica, tuviésemos que recurrir a tres o cuatro palabras para expresar lo que solo con una puede decirse”.

Pero el académico Ventura de la Vega comandó una campaña de oposición al cambio; todo tipo de artillería verbal fue lanzada contra el vocablo y su defensor, tanto que Palma perdió esa batalla aunque en el nuevo mundo siguiéramos presupuestando con todo el derecho que otorga el buen criterio.

Otro defensor del purismo castizo todavía más furioso fue Rafael María Baralt, contra el nuevo vocablo gubernamental.

Citamos nuevamente a Palma para conocer lo que dijo este feroz perpetrador de intransigencias: “Todo se intente, todo se haga, menos escribir semejante vocablo, menos pronunciarle, menos incluirle en el diccionario de la Academia. Antes perezca este, y perezca la lengua y perezcamos todos”.

De los odios académicos, líbrenos Dios,que de los otros me libro yo, bien podría ser esta la nueva versión el viejo refrán.

Nuestro “bibliotecario mendigo”, autor de las Tradiciones, combatiente del Dos de Mayo en 1866 y de la defensa de Lima en 1881, libró su propia guerra con la Academia, pero en este caso para establecer nuestros derechos como hablantes de la lengua de Castilla no en condición de súbditos sino de iguales.

Palma quería hacer valer una determinada cantidad de vocablos que eran de uso común en por lo menos tres países de América y después del rechazo de más de doce propuestas – dijo- me abstuve de continuar, convencido de que era una actitud sistemática en la Corporación.

Faltaban entonces 25 años para el primer centenario de la independencia y Palma soñaba con que para entonces ya el castellano de España admitiera los giros propios de las tierras americanas.

Hoy faltan seis años para el bicentenario y esas escaramuzas quedaron atrás, en cambio, la frase de Baralt parece haber sido adoptada acá, no en las letras sino en la política: Perezcamos todos, he ahí el nuevo lema en vigencia.

 

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