Quienes pretendan ser gobierno, antes deben pensarlo dos veces

 

La ciudadanía a estas alturas y cuando ya se sienten los primeros compases de la jarana electoral, debe estar más que preocupada por el futuro que le espera en esta fiesta política. Los anfitriones hasta ahora solamente ofrecen pan con mantequilla y mantequilla con pan. Es decir lo mismo. Ambas servidas con la mano derecha. Quienes lo hacen no llevan el mismo nombre, pero el color del mandil que visten es similar. Aparentemente no hay otra opción. Por allí y a media voz, también hay quien desea hacer un convite distinto. Dice que trae algo diferente para mejorar la mesa, mientras adereza su menú con la mano izquierda. ¿Qué hacer se preguntan los invitados? La respuesta está envuelta en los misterios del silencio.

Para aguar la reunión, a la manera de pájaro de mal agüero, la inoportunidad también se ha hecho presente. Y el INEI el portavoz, señalando que estamos bien, pero que, igualmente estamos mal. Por un lado se sabe hoy que el ingreso mensual en Lima Metropolitana, en donde convive un tercio de la población nacional, ha subido en 10,2 por ciento. Cada quien supuestamente tiene un ingreso de mil quinientos 88 nuevos soles con 50 centavos. Pero no es así, tal mejora no ha sido para los jóvenes, sólo beneficia a los mayores de 45 años de edad y a quienes ostentan educación superior. Vale decir a las minorías. ¿Hay buen futuro en lo inmediato? El INEI, con la frialdad de quienes manejan estadísticas, refiere que la situación del mercado laboral no es la óptima. La tasa de desempleo llega en estos instantes a 7 por ciento de la población económicamente activa, un punto por encima de la registrada en el trimestre móvil previo. ¿Se calmarán las aguas? De acuerdo a los vaticicios de Centrum, la situación laboral podría empeorar en este segundo trimestre. Esto porque las empresas de consumo masivo y construcción están produciendo menos y son dos de las más grandes generadoras de empleo.

Pero en lo referente al destino de la futura jarana electoral están unos y otros. Los de arriba y los de abajo. Los primeros preguntan ¿qué hacer?, en clara referencia a los problemas económicos. Quizás, dicen, sea necesario un shock de confianza para mejorar las cosas, que venga no de parte de ellos, sino del sinceramiento del Ministerio de Economía y Finanzas y también de que el Banco Central deje subir el tipo de cambio para poder competir al mismo nivel con brasileños y colombianos. Las medidas están servidas sobre la mesa y el golpe de confianza podría significar una serie de medidas, entre ellas empujando el gasto privado manteniendo la exoneración de descuentos a las gratificaciones o permitiendo el retiro de parte de los depósitos de la Compensación por Tiempo de Servicios -CTS-; de igual manera y entrando al campo de la construcción de edificaciones, que se dé la simplificación administrativa para los proyectos inmobiliarios; que haya más suelo donde edificar, más aún ahora que el Plan Urbano de Lima acaba de ser aprobado, pero que la nueva administración municipal -con todo su antogonismo a la gestión Villarán- quiere replantear; que Sedapal provea de agua potable a todas las zonas; que se subsidie la vivienda para los sectores más pobres y que la Superintendencia de Banca y Seguros levante las normas que han restringido el crédito para el nivel socioeconómico C. En el caso de la minería e hidrocarburos, habría que sumarse a las iniciativas que proponen agilizar los permisos, pero ojo, sin descuidar el control ambiental, y acercarse más a las comunidades, en donde el Estado debe cumplir su rol de brindar infraestructura, educación y salud. Estas y otras tantas posibilidades se plantean como medios para futuras tareas de reactivación de la economía mediente nuevos proyectos de inversión.

¿Y los de abajo qué dicen? No se crea que por el hecho de carecer de medios de comunicación poderosos, se encuentran en la mera calle, callados. No es así. Allí se mencionan los cuadros dolorosos protagonizados por la corrupción, el clientelismo o la burocratización en los procesos decisorios y que son en gran parte los responsables del estado de pobreza que, digámoslo con todas sus letras, sigue imperando en el país. Allí se tiene presente que un punto problemático en la pugna redistribuitiva es la escasa disposición de las élites económicas a democratizar el juego de presiones hacia los enclaves redistributivos del Estado. Los de arriba se han hecho dueños y son parte del diálogo en procura de estabilizar la gobernabilidad, los de abajo no cuentan. Eso abre un segundo nudo problemático que tiene que ver con la brecha entre expectativas y logros en los sectores medios, lo cual incide en la formulación de demandas, de la misma forma como se advierte, ante la escasa y verdadera presencia de las organizaciones gremiales y sindicales, la pérdida sustancial de capacidad de presión por parte de obreros y empleados urbanos.

Tal realidad ¿será observada en toda su dimensión por quienes ahora se juntan porque se avecinan las justas electorales y se llaman de izquierda o se postulan como derecha? En teoría es posible. En términos reales tengo dudas, observando que en ese escenario, precario y eventual, no se toma en cuenta a los auténticos representantes de los llamados sectores populares urbanos, donde se combina una situación de marginalidad espacial con otra de informalidad laboral. Fenómeno éste que también se da en el sector campesino, donde la dispersión de demandas obedece en gran medida a fenómenos demográficos, tales como la dispersión espacial y la intensa migración hacia las ciudades. Que se sepa, no existen políticas permanentes de diálogo entre la administración estatal, sea central o regional, con los campesinos y sobre todo con los trabajadores rurales sin tierra. No es de extrañar, pues, que el campesinado acuda en estas condiciones, por vía de movilizaciones esporádicas y muchas veces violentas, a negociar directamente con el poder central. ¿En el futuro se pondrá remedio a este mal penoso de la política gubernamental?

Como es de observar, gobernar el país no es cuestión de humor ni siquiera de buena intención. Trae aparejada otras condiciones. Y muy serias. De tal manera que si alguien desea concurrir a la jarana electoral, mejor es que lo piense dos y hasta tres veces. Vallejo, el poeta inmortal, lo dijo: ¡hay hermanos, tanto por hacer!.

 

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