Sentadas en el jardín de una universidad local se encontraban dos jovencitas. Una de ellas estaba agachada mientras que la otra le revisaba las raíces de su frondosa cabellera. Mientras nos acercábamos imaginamos varias posibilidades para su conducta. Sin embargo cuando estuvimos muy cerca pudimos observar algo que nos asombró. Lo que hacía esta señorita era aparentemente extraer las liendres del cabello de su amiga que se veían claramente cuando las arrojaba. No nos asombraría si ello ocurriera en el patio trasero de una casa o un entorno rural, lejos de la presencia de extraños, pero ¿en una universidad?.
Este hecho nos hizo meditar en la crisis de valores, de la cual muchos especialistas hablan. Estas dos jovencitas estaban fuera de contexto. No era la universidad el lugar para higienizarse y peor aún, ¡en público!.? ¿Dónde dejaron el respeto que les merece el claustro académico, sus profesores, alumnos y trabajadores?.
Y que hay de aquellas personas que miccionan en la vía pública, algo inconcebible en la Lima de hace algunos años. Algunos choferes de combi inclusive se detienen en una esquina abren la puerta y en presencia de sus pasajeros orinan. Nadie cuestiona la necesidad que experimentan pero sí la falta de respeto a los demás y su falta de comprensión del significado de la privacidad. Todos tenemos deseos de ir al baño, pero para ello hay lugares apropiados.
Respetos guardan respetos escuchamos decir siempre a nuestros mayores. Ahora ya no existe el curso de Educación Cívica que le enseñaba al alumno las normas de convivencia apropiadas en la sociedad. Alguna mente iluminada se imaginó que mejor era retirar el curso de buenas a primeras del plan de estudios de secundaria, con la idea equivocada que sus contenidos los aprenderían en casa. Ahora nos damos cuenta de cuánta falta hace.
Debemos hacer algo concreto y ahora mismo ¿No les parece?.