Esta es una historia real. A cierta universidad privada llegó una mujer humilde quien trabajaba como ambulante en un mercado. Con mucho esfuerzo había logrado que su hija ingresara a estudiar la carrera que soñaba. Iba a reclamar porque la jovencita, quien iniciaba aparentemente el tercer cuarto ciclo de su carrera, le comentó la noche anterior que las pensiones habían subido nuevamente. La mujer fue recibida por el propio decano, quien para empezar le dijo que las pensiones eran las mismas desde hace dos años. Pidió un informe a secretaría y le comunicaron que la alumna ingresó y se matriculó en primer ciclo, pero que nunca más regresó a la universidad.
Es decir se había pasado año y medio engañando a su sacrificada madre.
¿Qué pasó con esta hija? ¿Cómo era posible que defraudara así a su madre? Era incapaz de reconocer lo que su progenitora hacía por ella.
No podemos prejuzgar, pero tal vez desde pequeña no le enseñaron lo que significa la lealtad y el amor a los suyos. “El amor se paga con amor”, decía la primera frase de una canción de los años 60 del siglo pasado. Efectivamente, cómo no hacer lo posible para darle la mejor recompensa a quien está luchando día a día para que seamos profesionales, para que logremos metas importantes en nuestra vida.
La otra cara de la medalla fue un alumno nuestro quien no dudaba en decir que su primer sueldo se lo daría como regalo a su padre, quien lo aconsejó siempre y logró que concluyera su carrera. Somos testigos que lo hizo así y aún recordamos el rostro de alegría y satisfacción de aquel padre de familia.
Dar amor a quien luchó por nosotros es lo mínimo que podemos hacer. Darle amor a los nuestros es un deber que todos debemos cumplir. ¿No les parece?.