Este es un artículo de opinión de Joseph Chamie, demógrafo, consultor independiente y exdirector de la División de Población de las Naciones Unidas.
PORTLAND, Estados Unidos – Ser o no ser un migrante indocumentado, esa es la pregunta para millones de hombres, mujeres, niños y niñas en muchos países en desarrollo. «¿Es más noble, en el espíritu, soportar los embates de la fortuna o alzarse contra un mar de problemas y, al oponernos, acabar con ellos?» para tener una vida mejor como migrante indocumentado en un país extranjero.
En muchos países en desarrollo, especialmente en los menos adelantados, millones de hombres, mujeres, niños y niñas viven una existencia difícil, soportando el dolor y las dificultades de su vida diaria.
Desafortunadamente, muchas personas en estas zonas experimentan altos niveles de pobreza, desempleo, bajos salarios, violencia, delincuencia, persecución, inestabilidad política, conflictos armados, falta de atención médica, oportunidades educativas limitadas y, cada vez más, los efectos del cambio climático.
La mayoría de estas personas prefiere quedarse en sus países de origen con sus familias y amigos, pero ven pocas esperanzas de superación personal en sus vidas.
Las visiones pesimistas sobre el progreso social, económico y político en los países menos desarrollados se ven reforzadas por la falta de avances en las iniciativas de desarrollo y los recortes en los programas de ayuda exterior.

Por ejemplo, la comunidad internacional adoptó 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) en 2015 para lograr un cambio transformador para 2030.
Los informes actuales indican que la mayoría de los ODS están retrasados, con el progreso en muchos indicadores clave estancado o incluso revertido en los últimos años. Algunos de los principales países donantes también han reducido o interrumpido sus programas de asistencia para el desarrollo y la ayuda humanitaria.
En marcado contraste con las condiciones en muchos países menos desarrollados, las personas en los países más desarrollados viven en un paraíso comparativo. Hombres, mujeres y niños de estas poblaciones tienen paz, seguridad, estabilidad política, riqueza, empleo, abundancia, vivienda, oportunidades educativas, servicios públicos, atención médica, tasas de mortalidad más bajas y una mayor esperanza de vida.
Aunque en 2025 las poblaciones de los países menos adelantados y los países más desarrollados son aproximadamente del mismo tamaño (1200 y 1300 millones de habitantes, respectivamente), sus circunstancias demográficas difieren considerablemente.
Por ejemplo, la probabilidad de morir durante el primer año de vida en los países menos adelantados es 10 veces mayor que en los países más desarrollados. En 2025, la tasa de mortalidad infantil en los países más desarrollados es de cuatro muertes por cada 1000 nacimientos, mientras que en los países menos adelantados es de casi 40, y la tasa para los países menos desarrollados, excluyendo a los menos adelantados, se sitúa en un punto intermedio, con 24 (Imagen 1).

La esperanza de vida al nacer es significativamente mayor en los países más desarrollados que en los países menos adelantados, con 80 y 67 años, respectivamente. Esta ventaja en la esperanza de vida en los países más desarrollados se extiende a los grupos de mayor edad, alcanzando los 20 y 15 años, respectivamente, a los 65 años (Tabla 1).

Con un aumento de las muertes superior al de los nacimientos, la tasa anual de crecimiento poblacional de los países más desarrollados en 2025 asciende a aproximadamente 0,1 % debido a la migración internacional.
Se estima que, durante las próximas décadas, la población de los países más desarrollados se reducirá lentamente, disminuyendo en casi 100 millones y situándose ligeramente por debajo de los 1200 millones para fines de siglo.
Sin embargo, esta disminución poblacional prevista en los países más desarrollados supone una migración internacional continua hacia dichos países durante las próximas décadas. Con una migración cero, el declive demográfico proyectado en los países más desarrollados es considerablemente mayor, con una población que se reducirá a aproximadamente 830 millones para 2100 (Imagen 2).

En marcado contraste, la población de los países menos adelantados crece con relativa rapidez, con una tasa de crecimiento anual de 2,3%, aproximadamente 30 veces mayor que la de los países más desarrollados.
Se proyecta que su población actual de 1200 millones de habitantes se duplicará hasta alcanzar los 2400 millones en aproximadamente 40 años y alcanzará los 3100 millones a finales del siglo XXI, casi un tercio de la población mundial.
Se estima que la población de los países menos desarrollados, excluidos los menos adelantados, aumentará desde su nivel actual de 5700 millones hasta alcanzar un máximo de 6500 millones a mediados de siglo. Posteriormente, se espera que disminuya, alcanzando los 6000 millones en 2100, aproximadamente 58 % de la población mundial.
La población de los países más desarrollados es considerablemente mayor que la de los países menos adelantados y otros países menos desarrollados. En 2025, alrededor de 20 % de la población de los países más desarrollados tenía 65 años o más, en comparación con 4 % en los países menos adelantados.
Se prevé que esta diferencia en las estructuras de edad continúe en las próximas décadas. Para finales del siglo XXI, se proyecta que casi un tercio de la población de los países más desarrollados tendrá 65 años o más, en comparación con aproximadamente 15 % en los países menos adelantados (Imagen 3).

Además de los millones de hombres y mujeres en países menos desarrollados que viven en condiciones sociales, económicas y políticas difíciles, para finales de 2024, aproximadamente 123 millones de personas en todo el mundo se vieron obligadas a huir de sus hogares debido a la persecución, los conflictos, las violaciones de derechos humanos y los graves desórdenes públicos.
Entre las personas desplazadas se encontraban unos 43 millones de refugiados y cerca de cinco millones de apátridas. A estas personas se les ha negado la nacionalidad y carecen de acceso al empleo, la atención médica, la educación y la libertad de movimiento.
El número de personas desplazadas por el cambio climático también ha aumentado en los últimos años. Se estima que más de 200 millones de personas podrían verse obligadas a desplazarse por desastres climáticos y ambientales extremos para 2050.
Dadas las difíciles condiciones de vida que enfrentan muchas personas en todo el mundo, no sorprende que aproximadamente 16 % de la población mundial, o 1300 millones de personas, desee abandonar su país.
Estos deseos se han hecho realidad para muchos hombres y mujeres que han buscado una vida mejor como migrantes indocumentados en otros países. De los aproximadamente 305 millones de inmigrantes que habrá en el mundo en 2025, quizás una cuarta parte de ellos, se estima que unos 75 millones serán indocumentados.
Millones de hombres y mujeres desean emigrar a otro país, mientras que muchas personas que viven en países de destino ricos creen que se debería permitir la entrada de menos inmigrantes o ninguno. Para muchos países, este sentimiento hacia los inmigrantes contradice su herencia histórica.
En Estados Unidos, por ejemplo, el sentimiento antiinmigrante contradice las palabras inscritas en la base de la Estatua de la Libertad.
Una parte bien conocida de la inscripción dice: “Dadme a vuestros cansados, a vuestros pobres, a vuestras masas apiñadas que anhelan respirar en libertad, a los miserables desechos de vuestras riberas rebosantes. Enviadme a estos, los sin hogar, azotados por la tempestad, ¡y alzo mi lámpara junto a la puerta dorada!
Si bien intentan limitar el número de inmigrantes, especialmente los indocumentados, estos países también se enfrentan a un declive poblacional, escasez de mano de obra y envejecimiento demográfico.
Recientemente, muchos países de diversas regiones han abordado la situación de los inmigrantes indocumentados que viven en su territorio, otorgándoles un estatus legal o concediéndoles amnistías a quienes cumplían ciertos requisitos.
En 2024, España otorgó estatus legal a cientos de miles de inmigrantes indocumentados. Esta amnistía se debió en parte a la escasez de mano de obra en España y al envejecimiento de su población.
Hace aproximadamente una década, Alemania decidió no cerrar sus fronteras a los refugiados y aceptó a más de 1,2 millones de refugiados y solicitantes de asilo, en particular a quienes huían de la guerra civil siria. Hoy en día, una proporción significativa de estos refugiados y solicitantes de asilo trabajan en Alemania.
En 1986, Estados Unidos promulgó un programa de amnistía que legalizó el estatus migratorio de ciertos inmigrantes indocumentados que habían vivido en el país antes del 1 de enero de 1982. Este programa legalizó a aproximadamente 2,7 millones de inmigrantes, lo que sumó una vez más numerosos trabajadores a la fuerza laboral del país.
En conclusión, la disyuntiva fundamental para millones de hombres y mujeres en países menos desarrollados es quedarse en sus países de origen y soportar una vida difícil, o emigrar y convertirse en migrantes indocumentados con la oportunidad de un futuro más prometedor en un país extranjero.
Para quienes viven cómodamente en los países ricos y desarrollados de hoy, “imaginen ver a los desdichados extranjeros, con sus bebés a cuestas y su pobre equipaje, avanzando trabajosamente hacia los puertos y las costas en busca de transporte, y ustedes que reinan en sus deseos, con la autoridad silenciada por sus peleas, y vestidos con el manto de sus opiniones. ¿Cómo se suprimiría el orden? ¿Adónde irían si no fuera por desterrarlos? ¿Qué país, por la naturaleza de su error, les daría refugio?”.
A lo largo de gran parte de la historia de la humanidad, como se ha documentado y evidenciado en países de todo el mundo, las personas han migrado a tierras extranjeras en busca de un futuro mejor. Hoy en día, muchos hombres, mujeres y niños eligen, a menudo a regañadientes y con considerable temor y riesgo, convertirse en migrantes indocumentados para aprovechar esta oportunidad.
Joseph Chamie es demógrafo y consultor, exdirector de la División de Población de las Naciones Unidas y autor de numerosas publicaciones sobre temas de población, incluido su libro más reciente: “Niveles de población, tendencias y diferenciales”.
T: MLM / ED: EG
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