Es cierto que las llamadas nuevas tecnologías son una herramienta formidable para que todos podamos convertirnos en testigos de acontecimientos que de otro modo serían pasados por alto por los medios de comunicación tradicionales, pero no es menos cierto que suponen también el riesgo de dar por buena cualquier cosa que nos llegue, sin verificarla convenientemente.
El nuestro es, como reconoce el Papa, un tiempo tan complejo como apasionante para la comunicación, en el que hay que agradecer especialmente la valentía de aquellos que nos hacen llegar las voces olvidadas, a aquellos que van y ven cómo son las cosas en el mismo lugar de los hechos y que convierten en protagonistas a aquellas personas a las que la cultura del descarte, en ocasiones, no les permite ni tan siquiera dar a conocer su historia.
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