Una vida sin sentido

 

Las noticias policiales de las últimas semanas se han visto adornadas con las imágenes bellas jovencitas comprometidas en casos de narcotráfico y delincuencia común. Los viajes de placer a destinos turísticos del exterior, el estar rodeadas de lujos de todo tipo y el movilizarse en autos costosos son componentes comunes de la vida diaria de estas personas.

Casos como los del clan de Calígula en los 90, de Katiuska Del Castillo, conviviente del exalcalde de Chiclayo Roberto Torres o de las jovencitas que acompañaron en sus viajes y juergas al prófugo Gerald Oropeza, son muestra de comportamientos que no se ajustan a las expectativas de la sociedad.

Estas jóvenes buscan el lujo y el placer desmedido sin preocuparse por quiénes son sus parejas eventuales. Algunas de ellas se aferran al poder mediático y conforman pareja eventual con personajes políticos o con jóvenes deportistas que no siempre destacan por sus cualidades profesionales. Tanto más como sucedió en el caso de Yazmín Marquina, a quien la prensa sensacionalista bautizó como Gringasha, existen jovencitas que conociendo de la conducta delictiva y agresiva forman parejade manera repetitiva con personas al margen de la ley. Tal como sucedió con Bonnie and Clyde en los años 30 del siglo pasado, ellas aman el riesgo, admiran la conducta desviada y comparten la vida a salto de mata, que es la única que les garantiza su contraparte.

Para la psicóloga Liliana López se trata de mujeres con rasgos psicopáticos que tienen un perfil casi delincuencial, quienes prefieren vivir aprovechando el momento a más no poder y exponiendo su cuerpo sin ninguna preocupación.Viven una vida sin sentido que para ellas se vuelve plena con la satisfacción momentánea, sin importarles lo que pueda venir después. Su escala de valores está marcadamente distorsionada y no les interesa lo que piensen los demás. Les falta darle un sentido a su vida.

 

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