Verónika es la única opción

 

El Perú ha cumplido en el 2016 cinco años de vivir sin presidente.

El que elegimos nunca gobernó. Más bien, fue gobernado por la CONFIEP o sea la Confederación Nacional de Instituciones Empresariales Privadas.

Lo habíamos puesto al frente del Estado, pero decidió sacralizar el mercado y arrodillarse frente a los empresarios.
Juró por el espíritu de la Constitución de 1979 que había prometido restituir. Sin embargo, se inclinó ante el Acta ilegal que había sido impuesta por la dictadura de Fujimori en 1993.

Nunca dio discursos. Más bien, recitó con cadencia indocta pero con voz marcial el libreto de los empresarios.

En vez de ser un guardián de los valores de la nación, prefirió estar de pie, inmóvil, y con la bayoneta calada como un soldadito de plomo.

Usó la bayoneta para resolver los conflictos sociales mientras que por estar perdido en el espacio, el crimen organizado se hacía dueño de las ciudades.

Lima dejó de ser una ciudad para convertirse en cuatro zonas policiales operativas.

Cuando se le fueron yendo sus congresistas, el presidente los acusó de tránsfugas, pero él fue el primero en traicionar sus promesas, o sea el primero de los tránsfugas.

En vez de luchar contra la pobreza, luchó contra los pobres.

En las últimas semanas, cuando se atrevió a atacar a Fujimori, lo acusaron de entrometerse, pero no era una denuncia fundada. Lo achacaban de agudo, pero era romo. No estaba ni atrás ni adelante, ni a la izquierda ni a la derecha. Era neutro.

Pinochet, Videla y Fujimori no fueron el poder, sino su brazo armado. Traidores, cumplieron órdenes extranacionales. Su misión era instaurar una economía neoliberal en la que el Estado fuera despojado de sus bienes y funciones. El encargo era que aquél fuera privatizado para beneficiar al gran capital transnacional, a las corporaciones foráneas y a sus socios locales…. Y eso fue lo que hicieron después del extraditado japonés, Alan García y Alejandro Toledo. Ese es el estado que reverenció Ollanta Humala

Los candidatos que ocupan los primeros lugares de las encuestas significan lo mismo que este presidente invisible, y si votamos por ellos, estaremos otra vez eligiendo a la CONFIEP.

Ellos están en los primeros lugares porque tienen más dinero, ocupan más centímetros en los periódicos y más horas en los medios televisivos.

Se nos dice que son nuestras únicas alternativas. Nos quieren hacer creer que, con ellos, el Estado luchará contra la mafia. En realidad, será sustituido por ella. Será la mafia misma.

Votar por uno de ellos no significaría elegir una alternativa porque todos ellos son la misma: el modelo del capitalismo neoliberal de siempre. Acatarán el mamarracho ilegal de la constitución fujimorista y, otra vez, armarán leyes Pulpín que serán derogadas por el pueblo en las calles. De cualquier forma, sin embargo, buscarán la destrucción radical de los derechos de los trabajadores como se lee en el trasfondo de sus discursos, aunque los disfracen dando pasos de salsa o haciéndose acompañar por descerebrados fantoches de la televisión.

Ya es hora de que el Perú decida entre opciones políticas y sociales concretas. Ya es tiempo de que dejemos de buscar lo mejor de lo peor entre cuatro o cinco marionetas o bufones.

La única alternativa diferente es la que propone el frente amplio de izquierda liderado por Verónika Mendoza. Es el comienzo de la vuelta hacia la constitución democrática. Es la elevación del sueldo mínimo. Es la renegociación de los contratos con las empresas petroleras y gasíferas. Es el fortalecimiento de Petroperú para tener una política energética soberana y sostenible. En la conversión de las AFP en empresas voluntarias y complementarias y no las saqueadoras de los ahorros de los trabajadores y de los viejos.

Por fin, ser de izquierda es una forma ética de asumir la vida, y este es un frente de izquierda. Por eso, votaré por Verónika.

 

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