Contando el tiempo: cronología olímpica y un toque de caos temporal en la Grecia antigua

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¿Alguna vez te has preguntado cómo se las arreglaban los antiguos griegos sin Google Calendar o un iPhone para saber en qué año vivían? Pues prepárense para un viaje al pasado donde la sincronización era una mezcla de astucia, atletismo y un poquito de caos organizado. Olvídense de 2025; para ellos, el tiempo era una aventura, no una fecha exacta en una pantalla.

Nuestros amigos helenos, inventores de la democracia y los gimnasios, no tenían un calendario unificado que abarcara todas sus ciudades-estado. Imaginen el lío: una polis celebraba el año del «Arconte Juan» mientras la de al lado estaba en el «tercer año del Rey Pericles». ¡Un auténtico rompecabezas para cualquier historiador que intentara poner orden en los eventos! Afortunadamente, contaban con una solución ingeniosa (y muy deportiva).

¡Que empiecen los juegos… y el calendario!

La estrella de su sistema cronológico era, sin duda, la Olimpiada. Cada cuatro años, en la sagrada llanura de Olimpia, los atletas se reunían para competir por la gloria y una corona de olivo. Pero estos juegos eran mucho más que un espectáculo deportivo; se convirtieron en el gran hito temporal que unificaba, de alguna manera, a todo el mundo griego. El año en que se celebraban los juegos era el «primer año de la Olimpiada X», y así sucesivamente hasta el cuarto año, cuando se preparaban para la siguiente.

La primera Olimpiada registrada data del 776 a.C. ¡Ahí es nada! A partir de esa fecha, los historiadores y cronógrafos griegos podían situar los eventos importantes: «Tal batalla ocurrió en el tercer año de la 50.ª Olimpiada», o «Sócrates bebió la cicuta en el segundo año de la 95.ª Olimpiada». Era una forma práctica de dar contexto a los acontecimientos, aunque no fuera un sistema de calendario «anual» como el que usamos hoy.

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Claro, este sistema tenía sus peculiaridades. No era infalible para el diario. Las ciudades-estado (las famosas polis como Atenas, Esparta o Corinto) seguían utilizando sus propios calendarios lunisolar, a menudo basados en ciclos agrícolas o religiosos y nombrados por los magistrados en turno. Esto significa que un ciudadano ateniense podía referirse a un año por el nombre de su arconte principal, mientras que un espartano lo hacía por el reinado de su rey. ¡Imaginen la correspondencia!

Pero volviendo a la Olimpiada, su influencia fue tal que incluso después de la conquista romana, el sistema olímpico se siguió utilizando como referencia cronológica por muchos historiadores. Era un legado de la unidad panhelénica, un recordatorio de que, a pesar de sus constantes conflictos, los griegos compartían una cultura y unos valores que trascendían las fronteras de sus ciudades.

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Así que, la próxima vez que veamos unas Olimpiadas, pensemos en aquellos griegos. No solo estaban compitiendo por la gloria, sino que también estaban marcando el pulso del tiempo para toda una civilización. Su método de contar los años era tan vibrante y diverso como su propia cultura: un reflejo de su ingenio, su pasión por el deporte y su inagotable capacidad para dejar una huella imborrable en la historia.

¡Y ahí lo tienen! Una manera fascinante de medir el tiempo que nos demuestra que, para los griegos, cada cuatro años era el inicio de una nueva era.