El conocimiento complejo se refiere a la comprensión de sistemas donde múltiples elementos interactúan de formas dinámicas, interdependientes e incluso impredecibles, generando propiedades y comportamientos que no pueden explicarse simplemente analizando las partes de forma aislada.
A diferencia del conocimiento simple, que se enfoca en hechos aislados o relaciones lineales, el conocimiento complejo aborda la interconexión y la totalidad. No es algo innato, sino que demanda un esfuerzo activo de exploración, cuestionamiento y la voluntad de ver más allá de las respuestas superficiales.
Este tipo de conocimiento posee características distintivas. La interconectividad es fundamental: los componentes están intrínsecamente ligados, y un cambio en una parte puede repercutir en todo el sistema de maneras inesperadas. La no linealidad es otra seña de identidad, donde las causas y efectos no siguen una progresión simple; pequeñas acciones pueden desencadenar grandes consecuencias, o viceversa.
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También surge la emergencia, donde el sistema como un todo exhibe propiedades nuevas que no se encuentran en sus partes individuales. Además, el conocimiento complejo es dinámico y evolutivo, adaptándose y cambiando con el tiempo, reconociendo que no existen verdades absolutas e inmutables y que está fuertemente influenciado por el contexto.
Es crucial distinguir el conocimiento complejo de lo meramente complicado. Un sistema complicado, como el mecanismo de un reloj suizo o un motor de avión, puede tener muchas partes, pero sus interacciones son diseñadas, predecibles y pueden ser entendidas analizando sus componentes por separado siguiendo un manual.
En contraste, un sistema complejo, como un ecosistema selvático, el cerebro humano o el mercado financiero global, involucra elementos que interactúan de formas que pueden ser intrínsecamente difíciles de predecir en su totalidad, incluso si se conocen las reglas individuales de cada elemento. Lo complicado es a menudo una cuestión de ensamblaje y detalle técnico; lo complejo implica patrones emergentes e interacciones adaptativas.
La relevancia del conocimiento complejo en el mundo contemporáneo es innegable, especialmente al enfrentar lo que se conoce como un entorno VICA (Volátil, Incierto, Complejo y Ambiguo). Desafíos globales como el cambio climático, la propagación de pandemias, las crisis económicas recurrentes o las intrincadas dinámicas sociales y políticas, no pueden ser abordados eficazmente con enfoques simplistas.
Requieren una comprensión profunda de múltiples variables interconectadas y de sus posibles efectos en cascada. Desarrollar un pensamiento complejo se convierte así en una herramienta esencial para la resiliencia, la innovación y la toma de decisiones estratégicas.
Para ilustrarlo mejor, podemos pensar en el cerebro humano, una vasta red de miles de millones de neuronas cuyas interacciones dan lugar a fenómenos tan abstractos como la conciencia, la creatividad y el pensamiento. Otro ejemplo es un ecosistema, donde plantas, animales, microorganismos y el entorno físico interactúan en una delicada y dinámica red de dependencia mutua.
La economía global, con sus flujos de capital, decisiones de millones de actores y políticas gubernamentales interrelacionadas, o las propias dinámicas de una ciudad, con su flujo de tráfico, desarrollo urbano e interacciones sociales, son también ejemplos palpables de sistemas que demandan un abordaje desde la complejidad.
Abordar y cultivar el conocimiento complejo implica desarrollar habilidades específicas. El pensamiento sistémico, que permite ver el todo y las partes, así como las relaciones entre ellas, es fundamental. La transdisciplinariedad, que integra perspectivas y métodos de diferentes campos del saber, enriquece la comprensión.
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Es igualmente importante la aceptación de la incertidumbre y la ambigüedad como partes inherentes de muchos problemas reales. Esto fomenta la reorganización constante de ideas para encontrar nuevas aplicaciones y el desarrollo de conceptos innovadores a partir del conocimiento existente, siendo crítico incluso con el propio saber.
En conclusión, el conocimiento complejo no se trata simplemente de acumular una mayor cantidad de datos, sino de desarrollar la capacidad de entender las intrincadas redes de relaciones que los conectan y les dan sentido.
Fomentar esta forma de comprensión es crucial para navegar un mundo cada vez más interdependiente y en constante transformación, permitiendo una toma de decisiones más informada, adaptativa y, en última instancia, más responsable ante los desafíos que se nos presentan como sociedad.