Donald Trump y la “Teoría del Loco”: ¿Un nuevo manual de política exterior?

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En el complejo tablero de la política internacional, la figura de Donald Trump ha sido objeto de innumerables análisis. Uno de los conceptos más recurrentes para descifrar su enfoque es la llamada «Teoría del loco».

Esta estrategia, que parece romper con todas las convenciones diplomáticas, ha sido señalada por expertos como una clave para entender sus acciones más controvertidas, desde la imposición de aranceles repentinos hasta la ruptura de acuerdos internacionales.

La «Teoría del loco» (del inglés, Madman Theory) no es nueva. Su origen se remonta a la presidencia de Richard Nixon, quien la utilizó durante la Guerra de Vietnam. La premisa es simple: convencer a los adversarios de que el líder al mando es impredecible y está dispuesto a tomar decisiones drásticas e irracionales, incluso llegando a los extremos, con el fin de forzarlos a negociar o a hacer concesiones por miedo a lo que podría suceder.

En el caso de Trump, esta táctica se manifiesta en su estilo de negociación. En lugar de seguir los protocolos diplomáticos tradicionales, ha optado por un enfoque de alta presión. Las amenazas de guerra comercial, el abandono de tratados multilaterales o los mensajes inesperados en redes sociales son vistas por analistas como movimientos calculados para generar incertidumbre y desestabilizar a los oponentes. El objetivo es proyectar una imagen de caos controlado que obligue a los rivales a ceder en un intento por restaurar la estabilidad.

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A diferencia de la diplomacia convencional, que se basa en la predictibilidad y la confianza, la «Teoría del loco» busca precisamente lo contrario. Su propósito es que los adversarios no sepan qué esperar, lo que les impide trazar un plan de respuesta coherente. Es una estrategia de alto riesgo que busca obtener ventajas rápidamente, a menudo sin la necesidad de un conflicto real. La clave es la percepción: si un oponente percibe la amenaza como real, aunque sea irracional, puede tomar la decisión de evitar un enfrentamiento a toda costa.

Sin embargo, esta estrategia no está exenta de riesgos. La falta de consistencia y la ruptura de alianzas pueden erosionar la confianza de los socios tradicionales, dejándolos en un estado de incertidumbre.

Además, existe la posibilidad de que los adversarios no se asusten, sino que malinterpreten las señales y decidan escalar el conflicto, lo que podría llevar a una confrontación real. En un mundo interconectado, el manual de la imprevisibilidad es un arma de doble filo que redefine las reglas del juego diplomático.

Foto Europa Press

 

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