El estrés no es una enfermedad, sin embargo su mal manejo sí puede afectar nuestra salud

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La American Psychological Association (APA) define el estrés como un «mecanismo fisiológico normal» que prepara al cuerpo para enfrentar desafíos. «Libera hormonas como el cortisol y la adrenalina, esenciales para la supervivencia», explica la APA en su informe Stress: The different kinds of stress.

Un estudiante bajo estrés agudo antes de un examen puede experimentar mayor concentración, un efecto que la APA califica como «adaptativo y transitorio».

La Organización Mundial de la Salud (OMS) es clara: el estrés no figura como patología en su Clasificación Internacional de Enfermedades (CIE-11). Sin embargo, advirtió el 2023 que su cronificación deriva en condiciones como el síndrome de burnout o enfermedades cardiovasculares.

Por su parte, el Manual Diagnóstico DSM-5 excluye el estrés como diagnóstico único, aunque sí reconoce trastornos vinculados, como el trastorno de estrés postraumático (TEPT).

Confusión común: síntomas vs. enfermedad

El National Institute of Mental Health (NIMH) señala que síntomas como taquicardia o insomnio son respuestas corporales, no enfermedades. «Equipararlos con un diagnóstico formal es un error», indica el NIMH en su guía 5 Things You Should Know About Stress del 2023.

La Clínica Cleveland añade que, si estos síntomas persisten por meses, podrían indicar trastornos como ansiedad generalizada del 2023.

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Consecuencias de medicalizar el estrés

La Organización Internacional del Trabajo (OIT) advierte que tratar el estrés como enfermedad invisibiliza causas estructurales, como jornadas laborales extenuantes. «El 34% de los trabajadores en América Latina no recibe apoyo para gestionar cargas excesivas», revela su informe El estrés laboral en cifras del 2022.

Además, el National Institutes of Health (NIH) alertó en 2021 sobre el riesgo de automedicación: una de cada cuaro personas con estrés crónico en los Estados Unidos consume ansiolíticos sin supervisión.

¿Cuándo buscar ayuda profesional?

La OMS recomienda acudir a un especialista si el estrés interfiere con la vida diaria por más de seis meses. «No se trata de medicalizar, sino de prevenir enfermedades derivadas», insiste el organismo. Por su parte, la Clínica Mayo sugiere terapias como mindfulness o ejercicio aeróbico para reducir su impacto.

El estrés no es una enfermedad, pero su mal manejo aumenta riesgos de patologías físicas y mentales, coinciden la APA y la OMS.

Soluciones efectivas: la terapia cognitivo-conductual y políticas laborales justas reducen su impacto, destaca un estudio de Harvard Medical School del 2020.

 

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