Especulación sin industrialización: cómo fue la final de la Copa Libertadores 2025 en Lima

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Taxis a USD 100, helados a 60 soles y USD 70 millones de “ingresos”. La final de la Copa Libertadores en el Monumental de Ate reveló las dinámicas reales del fútbol moderno en Latinoamérica: financiarización sin desarrollo territorial y captura de valor por actores precarios.

El 29 de noviembre, Lima fue sede de la final de la Copa Libertadores 2025 entre Palmeiras y Flamengo. El Monumental de Ate, con capacidad para 80 mil personas, albergó alrededor de 60 mil asistentes. Sobre el papel, era un evento de clase mundial: la Conmebol estimó ingresos de USD 70 millones y la llegada de 50 mil turistas internacionales. Pero detrás de las cifras y la retransmisión global hubo una realidad menos glamorosa que explica cómo funciona el capitalismo tardío en territorios periféricos como el nuestro.

Los números que circulan desde la ciudad revelan esa realidad con claridad brutal: taxis cobrando USD 100 por viajes desde Jesús María al estadio (una distancia de 15 a 20 kilómetros), helados vendidos a 50 y 60 soles dentro del recinto, y ausencia de regulación estatal que contuviera esa captura especulativa de precios. No fueron anomalías aisladas. Fueron síntomas de un sistema donde eventos globales se montan sobre infraestructura local que no está preparada para gestionarlos democráticamente.

📊 El dinero que no se queda: financiarización sin acumulación

Conmebol reportó USD 70 millones en «ingresos» para Perú. Pero aquí está el problema: ese número es el gasto generado por turistas, no dinero que llegó directo al Estado. Universitario recibió USD 1 millón por alquilar el estadio. La taquilla generó entre USD 5-10 millones. El resto (USD 50-60 millones) fue gasto de viajeros capturado por hoteles, restaurantes, y operadores privados—incluidos los taxistas especuladores. Cuando economistas ajustan por gasto que se habría realizado de todas formas en otro momento, el impacto neto baja a USD 35-50 millones.

El Monumental fue construido hace 25 años mediante venta de palcos privados como modelo de financiamiento, pero ese modelo no generó cadenas de valor que irradiaran hacia la economía peruana. El dinero fluyó hacia operadores internacionales de transmisión, comisiones de intermediarios globales, márgenes de servicios de hospitalidad. Ninguna inversión en infraestructura pública, ningún encadenamiento productivo duradero.

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Esto es lo opuesto a la industrialización clásica. Cuando hablamos de industrialización, nos referimos a capacidad acumulada, transferencia de conocimiento, integración territorial, márgenes reducidos sobre volumen masivo. Lo que ocurrió en Lima fue financiarización extractiva: flujos de capital que penetran un territorio, capturan valor momentáneamente y se retiran, dejando solo infraestructura física y ninguna capacidad productiva nueva.

🚕 Precarización competitiva: el triunfo de los micromonopolios

Los taxistas que cobraban USD 100 no son villanos de una película simplista. Son actores precarizados que aprovechaban una oportunidad en un mercado sin regulación estatal. Eso es importante de entender: no existe conspiración de oligopolio formal, sino atomización de competidores débiles que, ante demanda inelástica concentrada en tiempo y espacio, capturan rentas extraordinarias sin generar acumulación de capital fijo.

El hincha brasileño que necesitaba llegar al estadio no tiene alternativa: paga USD 100 en taxi, o no va. El consumidor que compra un helado a 60 soles dentro del estadio no puede buscar otras opciones. Esto es lo que los economistas llaman «captura de rentas de escasez»: no es que exista mejor servicio o producto. Es que la oferta es limitada y la demanda es inelástica. El precio se desconecta de los costos reales.

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Para un trabajador peruano de ingresos medios-bajos, USD 100 representa 30 a 40% del salario diario. Ese costo de transporte actúa como filtro regresivo: solo pueden acceder quienes tienen capacidad adquisitiva específica. Es una forma sofisticada de exclusión que no aparece en estadísticas de «entradas vendidas», pero que estructura quién finalmente experimenta el evento desde adentro versus desde afuera.

👥 La jerarquización de la experiencia: élites en múltiples niveles

No hubo una única élite excluyendo masas. Hubo segmentación: operadores internacionales capturando márgenes financieros; políticos y empresarios locales accediendo a precios «normales» pero inflados; hinchas con capital suficiente pagando sobrecostos; y una mayoría viendo desde pantallas públicas en plazas de Ate, La Victoria y Magdalena del Mar.

Esta estructura revela algo crucial sobre el capitalismo contemporáneo: la mercancía no es solo el evento. Es la calidad de la experiencia, el acceso diferenciado a la misma realidad física. El hincha dentro del estadio, el hincha en la plaza pública, y el hincha que veía por televisión en su casa tenían experiencias radicalmente distintas, cada una con su precio implícito o explícito.

⚽ La época del fútbol: financiarización de la experiencia

¿En qué época vive el fútbol mundial? En la era de la financiarización extractiva. No es industrialización clásica, que supone desarrollo territorial duradero. Es captura de valor momentánea: flujos de capital global que penetran un territorio, extraen rentas, y se retiran. Los USD 70 millones de la final Libertadores 2025 lo demuestran.

En esta época, el fútbol no es para todos. Es para una élite fragmentada en capas: operadores multinacionales en el tope, políticos y empresarios locales en el segundo nivel, hinchadas con capacidad adquisitiva en el tercero, y mayorías observando desde afuera. Cada capa paga un precio diferente por la misma experiencia. El acceso se resuelve mediante dinero, no mediante derecho. Por eso los taxis costaban USD 100 y los helados 60 soles: porque el fútbol moderno ha decidido que algunos sí pueden llegar al estadio, y otros no.

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Lima experimentó un megaevento que generó dinero masivo, consumo especulativo, y presencia global, pero sin dejar desarrollo territorial verificable. El Estado peruano no puede regular el costo del transporte, no controla precios de consumo y no captura impuestos sobre rentas extraordinarias para reinvertirlos en infraestructura.

La pregunta que el periodismo debe formular no es «¿qué salió mal?» sino «¿quién diseñó que funcionara así?» La final de la Copa Libertadores 2025 no resultó un fracaso. Fue el funcionamiento exacto de cómo el capitalismo tardío periférico extrae valor de eventos masivos sin industrializar ni desarrollar territorios. Y sí: en esta época, el fútbol es para una élite. Solo que esa élite está fragmentada en múltiples niveles, cada uno capturando lo que puede. Esa es la verdad incómoda que los números de la Conmebol no dirán nunca.

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