H. H. Holmes: primer asesino en serie de los Estados Unidos y su fábrica de matar en Chicago

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Se convirtió en uno de los primeros asesinos en serie documentados en la historia de los Estados Unidos. Su verdadero nombre era Herman Webster Mudgett, pero lo cambió a H. H. Holmes para cometer con más tranquilidad la horrenda tarea de matar.

Su vida objeto de fascinación y estudio ha llegado a los libros, al cine y a la televisión. Incluida la novela The Devil in the White City de Erik Larson.

Nacido en 1861 Holmes construyó un hotel en Chicago para la Feria Mundial de 1893, apodado “El Castillo de la Muerte” por su diseño laberíntico y las numerosas trampas mortales que contenía. Con total frialdad lo equipó con habitaciones selladas, escaleras secretas, además de pasillos diseñados. Su objetivo era siniestro: confundir a las víctimas.

Guapo, con aire distinguido, atento, amoroso con los animales, siempre muy bien vestido, H. H. Holmes tenía innumerables éxitos amorosos.

Utilizó el hotel para sus asesinatos principalmente contra mujeres jóvenes. Se sospecha que sus víctimas oscilan entre 9 y 200 personas, pero la falta de evidencia concreta hace que la cifra exacta de sus crímenes naufrague en la confusión.

La policía lo arrestó en 1894 y la justicia lo condenó por el asesinato de su socio de negocios, Benjamin Pitezel. Durante su juicio, Holmes reconoció otros 27 asesinatos. Tampoco se descarta que haya aumentado la cifra de sus crímenes buscando atraer la atención de los medios. En 1898 fue condenado a muerte y ejecutado en la horca.

Holmes había estudiado medicina en la Universidad de Michigan y se involucró en prácticas fraudulentas como el robo de cuerpos para el estudio anatómico. Además de matar Holmes también cometió estafas de seguros, incluida la complicada muerte falsa de Benjamin Pitezel.

Su plan era simular la muerte de Pitezel para cobrar el seguro, pero acabó matándolo de verdad.

Sus formas de asesinato incluían el envenenamiento, la asfixia y las cámaras de gas en su hotel. Carismático y manipulador se ganaba la confianza de las personas antes de asesinarlos.

Después de los asesinatos, Holmes intentó huir, pero fue capturado en 1894 en Filadelfia.

El Castillo de la Muerte:

El hotel de Holmes, ubicado en Chicago y conocido como el “Castle” o “Castle of Horror,” lo construyó con pasadizos secretos, habitaciones insonorizadas y cámaras de gas. También tenía sótanos con ácido y crematorios.

Modus operandi

Holmes seleccionaba principalmente a mujeres jóvenes, muchas de las cuales eran las empleadas en sus negocios. Su modus operandi implicaba seducirlas, luego asfixiarlas o envenenarlas. Algunas de las víctimas también fueron utilizadas para estafas de seguros.

Con un montacargas y dos “toboganes” bajaba los cadáveres a una bodega donde eran disueltos en una cubeta de ácido sulfúrico, reducidos a polvo por incineración, o hundidos vivos en una cuba llena de cal. En una habitación conocida “el calabozo” colocó instrumentos de tortura. Una de las máquinas instaladas conmocionó a los periodistas: un autómata que hacía cosquillas en la planta de los pies de las víctimas hasta matarlas de risa.

Juicio sensacional:

Su juicio de Holmes fue extremadamente sensacional en su época. Se revelaron detalles impactantes sobre sus crímenes y su personalidad. La prensa lo apodó “el diablo.”

Confesiones exageradas:

Ya en la cárcel, Holmes reconoció múltiples asesinatos, pero algunos eran probablemente exageraciones destinadas a ganar notoriedad en los medios..

Sus días acabaron en la horca en Filadelfia en 1896. Su legado persiste como uno de los primeros y más notorios asesinos en serie estadounidenses.

¡El crimen no paga!

RG- Fotos internet-medios