Jennifer Lopez no necesita una nueva canción para volver a los titulares. Basta con dos besos en vivo, un body brillante y un divorcio recién firmado. A sus 55 años, la diva del Bronx no solo abrió los American Music Awards 2025 en Las Vegas, sino que los transformó en su propia terapia post-Affleck, a ritmo de pop, lentejuelas y estrategia de marketing emocional.
Con un traje que parecía sacado de una película de ciencia ficción patrocinada por Swarovski, JLo ejecutó una coreografía de alto voltaje sobre una mezcla de éxitos ajenos (Billie Eilish, Bad Bunny, Bruno Mars, Gaga, Kendrick Lamar, Sabrina Carpenter), porque aparentemente nada dice “regreso triunfal” como bailar las canciones más virales del año… aunque no sean tuyas.
Pero el verdadero momento viral —y perfectamente calculado— fue el famoso beso doble: un bailarín, una bailarina, una canción llamada Lose Control, y millones de views asegurados. ¿Provocación espontánea o guiño coreografiado a Madonna en 2003? Difícil saberlo, pero fácil reconocer una estrategia cuando se ve una.
Entre aplausos y chispas, Lopez declaró que la noche era para los fans, aunque todo indicaba que también era su forma de decir: “Sí, soy soltera. Y sí, lo van a notar”.
El evento también sirvió para recordar (muy sutilmente, claro) que JLo sufrió una lesión en la cara durante los ensayos. Herida, sí. Derrotada, jamás. Todo se curó con hielo, maquillaje y una entrada a cámara lenta.
Y mientras Tiffany Haddish bromeaba con “¡Guárdame un bailarín, JLo!”, el resto del mundo se preguntaba si todo esto es empoderamiento, promoción, o simplemente una edición más del eterno reality llamado «Jennifer Lopez».
Lo cierto es que, con gira cancelada en 2024, matrimonio cancelado en 2025 y show perfectamente ejecutado, JLo demuestra una vez más que su talento más poderoso sigue intacto: saber cómo volver, reinventarse… y poner el foco exactamente donde quiere.
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