En julio de 1925, hace un siglo, el Perú se vistió de gala para conmemorar su 104 aniversario patrio. Lima se impregnó de un espíritu que oscilaba entre el orgullo cívico, la solemne religiosidad y una palpable tensión por los desafíos territoriales del sur.
La revista Mundial, editada en la calle de las Mantas, y siempre atenta a los acontecimientos nacionales, ofreció hace 100 años una mirada detallada de cómo la nación celebró el 28 y 29 de julio, con el presidente Augusto B. Leguía como figura central de unas jornadas inolvidables.
El 28 de julio, la ciudad vibró con una multitudinaria manifestación patriótica en homenaje a José de San Martín y Simón Bolívar, los libertadores de América. Miles de ciudadanos, sin distinción de edad ni sexo, se congregaron con fervor, respondiendo al llamado de los estudiantes de ingeniería para reafirmar la esperanza del país en el triunfo de la justicia en el plebiscito de Arica. La estampa del alcalde Andrés Dasso junto a ministros de varios países latinoamericanos, depositando una corona en el monumento a Bolívar, simbolizó la unión y la expectativa regional ante el destino de Tacna y Arica.
La jornada del 28 también estuvo marcada por la asistencia oficial a la Basílica. El presidente Leguía, luciendo las insignias de la Orden del Sol, encabezó una comitiva que incluía a su gabinete de ministros, destacando figuras como el Dr. Luis Ernesto Denegri y Roberto Mac-Lean y Esteves. La revista Mundial, con un fotógrafo siguiendo al jefe del Estado, capturó momentos clave: desde la revisión final de su Mensaje a la Nación hasta la recepción de felicitaciones y un consejo de ministros antes del tradicional Te Deum.
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El fervor religioso se entrelazó con el espíritu patriótico en la Basílica. El presidente y su comitiva, de rodillas, escucharon los sonoros acordes del Himno Nacional, un momento que hizo vibrar los corazones y retumbó en las gigantescas bóvedas del templo. La revista subraya la «fervorosa unción religiosa» del señor Leguía, evidenciando el profundo sentir que acompañaba las celebraciones.
Pero no todo fue protocolo. El 29 de julio, la ciudad presenció una «extraordinaria manifestación patriótica» que la publicación describe como «un río torrentoso». Esta movilización masiva fue una ratificación de la confianza del país en sus delegados ante la Comisión Plebiscitaria, los señores Freire, Barreto y Salomón, quienes partían hacia Arica para defender los derechos peruanos en el litigio del sur. La presencia de un trabajador, un sacerdote y un militar al frente del desfile resaltaba los ideales democráticos y la unión social en defensa de la integridad territorial.
La tensión por la cuestión de Tacna y Arica se respiraba en el ambiente. Mundial dedicó un amplio espacio al «Plebiscito en Marcha», analizando las complejidades del laudo arbitral y la indispensable necesidad de garantías para un proceso auténtico. El sentimiento nacional, descrito como una «fe sombría» y una «esperanza adusta», reflejaba la determinación del pueblo peruano ante lo que consideraban una injusticia.
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Más allá de los actos oficiales, la sociedad limeña también disfrutó de eventos sociales. Se destaca una elegante fiesta en casa de la familia Contenaro y un agasajo a la ilustre escritora Angélica Palma. Incluso el hipódromo de Santa Beatriz fue escenario de un «nuevo éxito» con las carreras clásicas del 30 de julio, atrayendo a la sociedad más distinguida de Lima, incluyendo la presencia del presidente Leguía y los delegados plebiscitarios.
Las Fiestas Patrias de 1925, tal como las retrata Mundial, fueron un espejo de un Perú con la mirada puesta en su porvenir, reafirmando su identidad y unidad frente a los desafíos, mientras celebraba con pompa y devoción su independencia.
Fotos colección histórica revista Mundial (Cedoc).