García Lorca, una herida abierta: asesinato del mayor poeta español sigue sin justicia

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Desde que murió la última persona que conoció a Federico García Lorca: su sobrina mayor, la delicada y frágil Tica Fernández Montesinos, quien tenía 92 años,  su memoria permanece para siempre unida a una foto inolvidable en la que aparece con su tío Federico y su hermano Manuel a las puertas de la Huerta de San Vicente. Tica fue aquella hija que Federico sabía que no podría tener.

Ya han pasado 88 años desde que Federico García Lorca, el poeta en castellano más universal, fue asesinado. Pero los homenajes brillan por su ausencia en su tierra y se reprocha a la derecha sus obstáculos a la Memoria Histórica y a investigar los crímenes del franquismo, del que Lorca es el rostro más visible.

 

 
 

Federico García Lorca fue asesinado el 18 de agosto de 1936 al norte de Granada. Las milicias que sembraron el terror durante el verano del golpe de Estado (1936) que provocó la Guerra Civil y desembocó en la dictadura franquista le dieron el «paseo». Lo sacaron de su casa y lo fusilaron. Ha habido muchos intentos para recuperar sus restos. Hay decenas de teorías sobre dónde puede estar enterrado. Pero, 87 años después de su asesinato, todo sigue igual.

Federico García Lorca es una marca incómoda en España. En ambientes culturales e internacionales, Lorca es un reclamo nacional. Poeta universal, ¡vanguardia y folclore; emoción e intelectualidad española! Pero, en el día a día, sigue siendo una de las miles de víctimas olvidadas en las fosas comunes, sin justicia ni reconocimiento, décadas después de que sus asesinos dejaran el poder en 1975.

 

 

 

Federico García Lorca fue ajusticiado por «socialista» y «masón», por «prácticas de homosexualismo», como rezaba el documento interno de la Jefatura Superior de Granada sobre el ajusticiamiento del poeta, que sacó a la luz la Cadena Ser en 2015.

Lorca escribió, presagiando su propia muerte, en su obra Poeta en Nueva York:

«Cuando se hundieron las formas puras / bajo el cri cri de las margaritas, / comprendí que me habían asesinado. / Recorrieron los cafés y los cementerios y las iglesias, / abrieron los toneles y los armarios, / destrozaron tres esqueletos para arrancar sus dientes de oro. / Ya no me encontraron. / ¿No me encontraron? / No. No me encontraron. / Pero se supo que la sexta luna huyó torrente arriba, / y que el mar recordó ¡de pronto! / los nombres de todos sus ahogados».

No obstante, España no hace honor a su mayor poeta. No hay sexta luna y, por lo pronto, Lorca seguirá enterrado, mientras su figura, poeta universal para unos, arma política para otros, seguirá viajando por los años en alguna fosa común, condenada por los errores del pasado.

Texto: WSV / Sputnik / El País
Foto: Difusión

 

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