Olivier Roy: “El terrorismo yihadista es una revuelta generacional”

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Un año después del atentado al semanario crítico francés Charlie Hebdo, el mundo sigue alerta ante el accionar del terrorismo yihadista que ha conseguido golpear el corazón de Europa y ha desatado terror de los dos lados: del mundo occidental hacia esta forma enfermiza de violencia y del islam que ve en la islamofobia un enemigo a su raíz.

CRÓNICA VIVA reproduce una entrevista al islamólogo Olivier Roy, uno de los hombres más entendidos en el tema que despeja dudas y pone las cosas en su lugar, más allá de apasionamientos.

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Matar y morir en nombre de la guerra en un país lejano que nunca han pisado, Siria. ¿Por qué? ¿Cómo es posible? ¿Qué empuja a jóvenes nacidos en Europa, en familias sin apuros económicos, a abrazar la causa terrorista del Estado Islámico? Para unos, las razones del terrorismo islámico made in Europe hay que buscarlas en la pobreza y la marginalización de los musulmanes en algunas partes del mundo. Para otros, es un choque de civilizaciones, la prueba de la incompatibilidad del islam con las democracias occidentales. El islamólogo francés Olivier Roy tiene otra explicación: no son islamistas radicales sino jóvenes radicales que se hacen islamistas. Para Roy, los terroristas islámicos de hoy no son muy distintos a los de izquierdas de los años setenta, los anarquistas de finales del XIX. Una revuelta generacional que encuentra en el salafismo un marco ideal. “Estamos ante una revuelta generacional y nihilista”, afirma en el Instituto Universitario Europeo de Florencia.

¿Qué quiere decir con que no asistimos una radicalización del islam en sí mismo sino, más bien, a una islamización de la radicalización de los jóvenes?

La mayor parte de los jóvenes que se radicalizan hacia la yihad y el terrorismo no tiene previamente un recorrido religioso importante. Al contrario, casi todos tienen un pasado no religioso. A veces hay un pasaje por la delincuencia, pero, en general, llevan las vidas típicas de los jóvenes europeos: beben alcohol, salen con chicas, fuman hachís, no van a la mezquita, no rezan… No son para nada barbudos. Esto es todavía más cierto en los conversos, que por definición no vienen de un ambiente musulmán en el que pueda haber un proceso de radicalización religiosa. Lo que fascina a estos jóvenes es el radicalismo en sí.

¿Contra quién se revuelven?

Hay una ruptura profunda con la sociedad, una desesperanza. La idea de que sólo hay refugio en la muerte. El yihadismo se inscribe dentro de una cultura nihilista de la violencia muy extendida en otros ámbitos. Lo vemos en la masacre escolar de Colombine (Estados Unidos), en que un joven va a su escuela a matar a otros jóvenes y mata así su propia imagen. También en los videojuegos y en películas americanas recientes hay un culto a la violencia, una fascinación por la violencia gore, sangrienta… Se matan o se dejan matar por la policía. Su objetivo es lograr la mirada de la cámara.

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¿Por qué se adhieren al Estado Islámico?

El EI les ofrece una puesta en escena para sus fantasmas. Les da el estatus de héroe, un rol de actor principal en una película de gran espectáculo. Se convierten en famosos. Ya no son anónimos, buscan la notoriedad, provocar miedo. Entre los modelos de radicalización posibles, lo que tira ahora a escala mundial es el Estado Islámico, como hace 30 años era la extrema izquierda, la revolución… Hoy eso se acabó. Ya no hay una extrema izquierda internacional, el gran mito de la revolución mundial que movilizó a las juventudes europeas en los años sesenta y setenta se acabó. Se trata de jóvenes individualistas, que no trabajan por cambiar la sociedad como podían hacer las brigadas internacionales, que luchaban colectivamente por una sociedad mejor. Lo que quieren es destruirla. Están más cerca de los anarquistas de finales del siglo XIX, que hacían propaganda a través de la acción, que sabían que iban a morir y que querían que su muerte sirviera de ejemplo. Tienen además un fuerte nihilismo que también estaba muy presente en esa época. Van a luchar a Siria pero no porque quieran contribuir a crear una sociedad nueva; eso no les interesa, no se mezclan con ella. Ellos van allí para morir, sea en la guerra o en atentados suicidas. En Siria, los atentados suicidas son cometidos únicamente por extranjeros. En los atentados en Europa, se matan o se dejan matar.

Los terroristas de París, antes de radicalizarse, eran jóvenes que llevaban vidas alejadas de cualquier militancia política y poco acordes con el islam…

Entre ellos ni siquiera respetan las normas de la charia. No son militantes políticos ni religiosos. Los hermanos Abdeslam que atacaron París no iban a las mezquitas salafistas de Molenbeek. Tenían un café donde se vendía alcohol y se traficaba con drogas. Esa es la paradoja absoluta. Buscan la violencia por la violencia, eso es lo que les interesa.

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Aunque el islam no sea su punto de partida, sí tiene un papel…

Por supuesto, no hay que olvidar ese segundo punto, la dimensión espiritual. En el salafismo encuentran el gran relato en que inscribir su rebelión personal. No lo eligen por azar. La primera razón es que, hoy en día, el terrorismo islámico acapara las portadas. La segunda es que el salafismo es la religión de la tabula rasa, de la ruptura total con el pasado, la reconstrucción del individuo a través de unas normas estrictas. Esto les convierte en maestros de la verdad. Contestan a sus padres que tengan razón. Para ellos son unos perdedores, no un modelo. Ahora son ellos los que llaman al orden a sus padres y les piden que se conviertan al verdadero islam. Dan la vuelta a la relación padre hijo. Esa es la ruptura generacional a la que me refiero. Además, el salafismo les atrae porque está construido sobre el relato de la yihad, de los primeros tiempos del profeta, la gloria, la salvación… No les atrae el repertorio religioso del islam sino el del salafismo. Porque son todos salafistas. Pocos lo son antes de pasar al radicalismo, pero una vez que se radicalizan, todos son salafistas.

¿Tiene sentido cerrar los centros de culto salafista para frenar la radicalización?

Estos jóvenes en general no se radicalizan en una mezquita, ya no. Se radicalizan dentro de un pequeño grupo de amigos. Los hermanos Abdeslam no iban a la mezquita salafista de Molenbeek, pero sí formaban parte de un pequeño grupo de delincuentes, y estos muy a menudo se radicalizan en prisión. En Francia hace tiempo que las mezquitas están vigiladas y eso no ha impedido la radicalización de los jóvenes.

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¿Cree en los programas de desradicalización?

No, no creo en ellos, porque esos jóvenes lo que quieren es radicalizarse. Si se les explica que eso está muy mal, aún lo van a querer más. El problema de esas terapias es que se piensa que esos jóvenes son víctimas de un lavado de cerebro. Y en algunos casos, sí, puede ser, pero en muchos otros esos jóvenes buscan la radicalización. Si les dices que eso está fatal, aún van a estar más fascinados por ella. Sí creo en hacer emerger a la escena un espacio musulmán para no dejar a los extremistas el monopolio del islam.

(Entrevista: Beatriz Navarro, corresponsal en Bruselas – Diario La Vanguardia, España).