José “Patuto” Arana, ídolo chalaco

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El fútbol es un deporte de grandes figuras, pero también de héroes silenciosos que construyen legados desde las sombras. Hoy recordamos a uno de ellos:

José Arana, más conocido como «Patuto» no solo fue un destacado jugador, sino también un visionario entrenador que dejó una huella imborrable en el recordado Atlético Chalaco del Callao.

En 1901 un grupo de aficionados había fundado el Club Sport Alianza Lima en una reunión en una casa de la calle Cotabambas. Este hecho encendió el entusiasmo entre los jóvenes del barrio, y la institución fue ganando fama y popularidad.

Años después, en una época en que la afición por el fútbol estaba en plena gestación, aparecieron los primeros ídolos de Alianza Lima. Sus nombres, como Ángel Nue, A. Cucalón, Miguel Ruestas, y otros más, empezaban a correr de boca en boca.

Fue en ese momento que hizo su aparición José Arana en los infantiles. A los siete años,  jugaba de «centre-half» en el equipo del Colegio Sihuas, en el barrio de La Victoria. En 1917, se inscribió como jugador en el equipo de Tercera División Eduardo Ruiz, que al año siguiente fue campeón y ascendió a segunda. En 1920, con apenas catorce años, llegó a la primera división de Alianza Lima, pero poco tiempo después viajó a Arequipa junto con otros jugadores. Despues alternó jugó entre el Unión Buenos Aires y el cuadro aliancista hasta que en 1930 llegó al Atlético Chalaco.

Ese año la «furia porteña» se coronó campeón de la Primera División de Lima y Callao. José «Patuto» Arana fue una pieza clave en ese triunfo, desempeñándose como half centro del equipo. El Atlético Chalaco ganó su serie y se impuso en la final al Alianza Lima por 2 a 1, un logro que no volvería a saborear hasta el año en que Arana regresó, esta vez como entrenador, para guiar al equipo a otro campeonato.

Arana era un hombre de presencia imponente, con un rostro curtido y una mirada enérgica que parecía emanar dinamismo. Para quienes no lo conocían, su entusiasmo al hablar de sus logros deportivos podía sonar a jactancia. Sin embargo, al entender su trayectoria de más de 30 años en el fútbol, uno se daba cuenta de que cada palabra era un reflejo de su pasión y su dedicación.

 

De jugador a maestro

A pesar de no haber nacido con una «clase excepcional» su éxito se basó en una voluntad inquebrantable, disciplina, puntualidad, coraje y un corazón ardiente. Era el tipo de jugador que, si el entrenamiento era a las seis de la mañana, él ya estaba ahí a las cinco y media.

Su vocación como entrenador floreció temprano. A los 22 años, ya se sentía preparado para guiar a otros, gracias a su capacidad para autogobernarse. Fue con el Buenos Aires del Callao, un equipo invicto en el Campeonato Municipal de 1927, que Arana comenzó a consolidarse como un líder. Posteriormente, se unió al Atlético Chalaco, donde vivió sus momentos más gloriosos como jugador, permaneciendo en el club hasta 1934.

En 1927, «Patuto» viajó con el Atlético Chalaco a Centroamérica, en lo que fue su primera gira internacional. Al año siguiente, el equipo fue el primero en la historia peruana en realizar una gira por Chile, llevando como refuerzos a jugadores del Alianza Lima como Villanueva, Neyra y Montellanos. Solo perdieron un partido contra el Colo-Colo. Su huella se extendió hasta Colombia, donde logró una plena consagración como entrenador.

Alejandro Villanueva en Chile con la casaquilla del Atlético Chalaco y a su lado José «Patuto» Arana.

El triunfo de la disciplina

El Atlético Chalaco de 1947 no era el equipo más talentoso de su época. No contaban con estrellas individuales y apenas tenían catorce jugadores disponibles para toda la temporada. Al inicio del torneo, nadie apostaba por ellos. La mayoría los consideraba el peor equipo, tanto en rendimiento técnico como en disciplina.

Pero José Arana, con su «todo entusiasmo y dinamismo», lo transformó por completo. A pesar de contar con los mismos jugadores del año anterior, el equipo comenzó a jugar de manera totalmente diferente. ¿Su secreto? Más entrenamiento, más disciplina, más confianza en sí mismos y, sobre todo, más corazón. Les dio a cada uno lo que les faltaba para progresar.

La historia de José «Patuto» Arana es el relato de cómo la dedicación, la disciplina y el esfuerzo pueden superar la falta de talento innato. Fue el artífice de una transformación que llevó a un equipo subestimado a la gloria.

Un legado que perdura

La afición, quizás sin dimensionar la hazaña lograda por el Atlético Chalaco, presenció el nacimiento de un nuevo campeón, forjado con la visión de un hombre que creía en el trabajo duro por encima de todo. Arana fue un estudiante asiduo de la Escuela Técnica Deportiva, perfeccionando las lecciones que aprendió en el campo de juego.

Su legado no se limita a un par de títulos. Es la demostración de que el liderazgo, la pasión y la capacidad de sacar lo mejor de cada persona son las verdaderas claves del éxito. Es por eso que, al recordar al Chalaco campeón de 1930 y 1947, es imposible no pensar en José «Patuto» Arana: el hombre que modeló al campeón.

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