Ya no basta con una buena historia. En la era del cine de franquicias, salir del cine antes de que terminen los créditos es casi un acto de herejía. Y Superman, la nueva apuesta de James Gunn para reiniciar el Universo DC, lo sabe bien: te quedas porque te prometen futuro, no porque te hayan contado algo completo.
Dos escenas poscréditos. Dos anzuelos cuidadosamente colocados para recordarnos que lo que acabamos de ver es apenas un capítulo, un tráiler disfrazado de película. Una introducción al “gran plan maestro” del nuevo Universo DC. ¿Pero no habíamos venido a ver una historia?
La primera escena, una postal contemplativa con Krypto, funciona como guiño para los fans. La segunda, un intercambio con Mr. Terrific, adelanta más engranajes en la maquinaria narrativa que se avecina. Todo calculado, todo medido. Como quien siembra migas para que el espectador no se pierda en el camino… aunque aún no sepa a dónde va.
El problema no es la ambición. Es el riesgo de convertir el cine en checklist. Una película ya no se mide por lo que cuenta, sino por cuántos cameos trae, cuántos universos abre, cuántas películas prepara. El espectador ya no mira al presente, sino al próximo estreno.
Mientras Superman se debate entre amenazas internacionales y conspiraciones de Lex Luthor, lo que realmente importa está después del “The End”. ¿Y si el final ya no significa nada? ¿Y si toda película se vuelve un puente hacia otra cosa, como si ninguna tuviera permiso de ser suficiente?
No hay duda de que DC Studios tiene un plan. Supergirl, Clayface, The Authority, Batman y Robin, Swamp Thing, incluso el sargento Frank Rock. Nombres, fechas, promesas. Pero el cine no es solo planificación. Es también el arte de saber cerrar, de dejar que una historia respire por sí sola, sin necesidad de aferrarse a la próxima escena.
Sí, Superman llega cargado de expectativas, y tal vez las cumpla. Pero quizás sea momento de preguntarnos si el cine de superhéroes puede volver a ser algo más que un tráiler de dos horas. O si nos vamos a quedar a vivir para siempre entre las sombras del postcrédito.
Foto captura