Ramón Quiroga: memorias de una época dorada

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La figura de Ramón Quiroga, el arquero atípico, el ‘Loco’ que salía jugando con los pies, el ídolo de la Blanquirroja, es mucho más que un recuerdo en el imaginario colectivo del fútbol peruano. Es una historia de pasión, de coraje, de arribos inesperados y de glorias compartidas que él, con la humildad que lo caracteriza, desempolva en una charla íntima. El fútbol de los años 70 y 80 en el Perú y sus protagonistas reviven a través de sus palabras, en un relato que va más allá de los 90 minutos de juego.

«Yo llegué aquí con 21 años, en 1972. Venía de Rosario Central y fue el propio Augusto Moral, presidente de Sporting Cristal, quien me vino a buscar», confiesa Quiroga, desnudando el comienzo de una relación de amor que se extiende por más de medio siglo. Era un fútbol diferente, con estadios llenos y una pasión desbordante que lo cautivó desde el primer día. En un ambiente que era a la vez competitivo y familiar, Quiroga fue echando raíces, convirtiéndose en uno más, en el extranjero que se hizo peruano por convicción y por corazón.

La camaradería de una generación dorada

Con una sonrisa que delata la nostalgia, el ‘Loco’ rememora a sus compañeros de Sporting Cristal. «El ‘Flaco’ Quesada, ‘Mifflin’ y el ‘Jet’ Gallardo», enumera, nombres que resuenan como himnos en la memoria de los aficionados. En particular, Quiroga se detiene en Ramón Mifflin, a quien describe como un jugador total: «era un crack, un verdadero crack, dentro y fuera de la cancha». La camaradería de esos años, la competencia sana y el respeto mutuo, fueron la base de un equipo que marcó una época.

Pero fue en la selección nacional donde Ramón Quiroga se inmortalizó. Los pasajes del Mundial de Argentina 78 son un libro abierto para él. «Siempre me preguntan por la atajada contra Escocia. Fue una jugada rápida, me tiré y la mano me salió sola», narra con sencillez. Una acción que hoy, en la era de la tecnología, sería analizada al milímetro, pero que en aquel momento fue puro instinto y reflejo, un momento clave en el avance de la selección en la fase de grupos.

La entrevista en You Tube en la cuenta NO SEAS FULERO nos transporta a una época donde el fútbol era más que un deporte: una forma de vida, un lenguaje universal que unía a los peruanos en torno a la bicolor. Quiroga, con su relato, nos hace partícipes de esa magia.

El desafío con la furia roja

«Con Chile teníamos una rivalidad especial, pero siempre con respeto. Eran partidos intensos, que se jugaban con el corazón», recuerda. Esas batallas épicas, llenas de adrenalina y con la presión de todo un país, son las que forjan leyendas. Quiroga, en su posición de arquero, vivió cada una de ellas desde la primera línea, saboreando las victorias y asimilando los amargos empates o derrotas.

Las revelaciones no se limitan a los partidos. Quiroga también nos habla de su estilo único, ese que lo llevó a ser uno de los primeros «arqueros-líbero». «Siempre jugué así, saliendo del área, arriesgando. Era mi forma de ser», comenta. Una osadía que le valió apodos y la admiración de los hinchas, quienes veían en él a un portero diferente, que no temía tomar riesgos y que se sentía cómodo con el balón en los pies.

«Antes de cada partido, yo siempre me persignaba y le pedía a Dios que me protegiera. Era mi ritual, algo que me daba tranquilidad», revela. Estos pequeños detalles, estas confesiones de fe y de cábalas, son las que humanizan al ídolo, mostrando al hombre detrás del deportista, con sus miedos y sus esperanzas. Son las anécdotas que, en el día a día, forjan la leyenda.

El ‘Loco’ también se da un tiempo para analizar el fútbol de hoy y, en particular, a sus colegas del arco. «Yo me identifico con los arqueros que arriesgan, que tienen esa locura de salir del área y jugar con los pies. No me gustan los que se limitan a atajar. El fútbol ha evolucionado y el arquero debe ser parte de esa evolución», comenta, ofreciendo su visión de un deporte que sigue siendo su gran pasión.

Hoy, Ramón Quiroga sigue ligado al fútbol desde la tribuna del periodismo, comentando el juego con la misma pasión que lo defendía en la cancha. Con la misma frescura y con el mismo respeto. Su historia, la de un argentino que se hizo peruano, es el reflejo de un fútbol que ya no se ve, pero que permanece vivo en la memoria de aquellos que lo vieron atajar sueños, y que ahora, a través de sus palabras, se transmite a las nuevas generaciones.

Ramón Quiroga no es solo un nombre, es el símbolo de una época donde los héroes del fútbol se construían con talento, coraje y, sobre todo, una enorme dosis de humanidad.

Imagen captura: Óscar Torres en la Red