Reconstruyendo el pasado: memoria y ruptura histórica en el discurso de Machado (VIDEO)

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El discurso de María Corina Machado ante la ceremonia del Nobel de la Paz 2025 despliega una operación historiográfica compleja que articula tres momentos fundacionales separados por más de dos siglos, pero entrelazados narrativamente en Venezuela.

Este análisis examina cómo la oradora construye una teleología histórica que posiciona la crisis contemporánea en Venezuela no como ruptura absoluta sino como desviación de un proyecto republicano inmanente, cuya reactivación se presenta como «retorno a casa» más que como transformación política. La estrategia es sofisticada: invocar continuidad donde hay fractura, legitimidad histórica donde hay contingencia, y destino donde hay lucha política contingente.

La teleología de la fundación republicana: 1811 como punto de partida

El discurso abre su dimensión histórica con un acto de recuperación: la Constitución de 1811 se presenta como gesto fundacional que establece la proposición de que «cada ser humano posee una dignidad soberana». Esta invocación no es meramente referencial sino performativa. Al anclar el proyecto actual en esta proposición iusnaturalista republicana, Machado sitúa su lucha dentro de una genealogía de legitimidad que antecede a cualquier régimen contemporáneo. La convocatoria de 1811 funciona como piedra de toque que permite afirmar que la tiranía contemporánea no es el «destino» de Venezuela sino una desviación de su trayectoria histórica. Lo notable es que Machado establece continuidad con la «marcha hacia la libertad» sin cuestionar cómo esa misma república permitió la persistencia de estructuras esclavistas durante todo el siglo XIX, operando una amputación selectiva de la memoria histórica que enfatiza el proyecto ilustrado mientras elide sus contradicciones materiales.

La invocación de 1811 cumple además una función de legitimación moral en el contexto contemporáneo. Al afirmar que los venezolanos «cruzaron un continente entero, desde las orillas del Orinoco hasta las alturas del Potosí, convencidos de que la libertad nunca está completa si no es compartida», Machado trasciende la narrativa nacional para ubicar a Venezuela dentro de una epopeya republicana latinoamericana. Esta operación permite que su lucha actual se presente no como confrontación política sino como recuperación de un mandato histórico. La temporalidad histórica se vuelve así un aliado ideológico: los antepasados, en esta narrativa, ya han legitimado la lucha actual porque la lucha actual es continuación de su gesta.

La fractura de 1999: del florecimiento al colapso sistémico

El segundo momento historiográfico marca la ruptura. Si 1811 establece la proposición fundacional, 1999 introduce la catástrofe que la violenta. Machado describe el siglo XX como período de «florecimiento» donde «en tiempos de paz» Venezuela convirtió «esa riqueza repentina en un motor de conocimiento y de imaginación». Este período, que incluye desde el Reventón de La Rosa en 1922 hasta la década previa a 1999, se presenta como realización parcial del proyecto republicano original: museos, universidades, acero, aluminio, arte cinético. Venezuela como potencia cultural y económica. La narración es generosa con este relato, pero también revela sus límites estructurales al reconocer que «incluso la democracia más fuerte se debilita cuando sus ciudadanos olvidan que la libertad no es algo que debamos esperar, sino algo a lo que debemos dar vida».

Sin embargo, el punto de quiebre narrativo es claro: 1999 introduce una ruptura que Machado caracteriza no como evolución sino como inversión radical de valores. El régimen se dedica a «desmantelar nuestra democracia»: violó la Constitución, falsificó la historia, corrompió las Fuerzas Armadas. Pero lo crucial es que Machado no atribuye esta catástrofe meramente a la agencia de un individuo («el cabecilla de un golpe militar») sino a una fragilidad institucional anterior: «la concentración total de la renta petrolera en manos del Estado generó incentivos perversos». Esta diagnosis apunta a una contradicción interna del modelo democrático venezolano que data, de hecho, desde los años 1920. El régimen post-1999 no creó la dependencia rentista, sino que la exacerbó como mecanismo de control totalitario.

Lo que Machado logra narrativamente es disociar dos historias que usualmente se encuentran entrelazadas: la historia institucional (la democracia) y la historia material (la economía rentista). La primera puede presentarse como virtuosa hasta 1999; la segunda, como problemática desde su origen. Esta disociación permite mantener la legitimidad del proyecto republicano mientras se culpa a 1999 como momento de descarrilamiento. Pero la operación historiográfica oculta que la corrupción, el clientelismo y la captura del Estado por la renta petrolera fueron procesos que antecedieron en décadas a la ruptura autoritaria.

El renacer de 2023-2024: la vuelta al orden originario

El tercer momento historiográfico es el del renacer. Las primarias de 2023 y las elecciones de 2024 se presentan no como eventos políticos ordinarios sino como «despertar» histórico que reactiva la promesa republicana de 1811. Lo notable es que Machado describe estos eventos con lenguaje de resurrección: «desde lo más hondo de ese abismo, un paso que parecía pequeño, casi burocrático, desató una fuerza que cambió el rumbo de nuestra historia». La primaria se caracteriza como «acto de rebelión improbable» que devuelve la confianza en el voto, que devuelve la agencia ciudadana.

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Aquí emerge una temporalidad peculiar. Los tres momentos no son presentados como una progresión lineal sino como retorno cíclico: 1811 propone la dignidad soberana; 1999 la niega; 2023-2024 la recupera. El discurso opera una estructura narrativa cercana al mito: caída, exilio, redención. La diáspora, que podría interpretarse como fracaso de la comunidad política, se recodifica como «tercio de la nación» que regresa para completar la restauración. La elección del 28 de julio de 2024, donde «soldados desobedecieron» al régimen, se presenta como momento de quiebre donde hasta la institución más cooptada (las Fuerzas Armadas) reconoce la legitimidad histórica del voto popular.

La estrategia historiográfica de Machado logra transformar la contingencia política en destino histórico. Al afirmar que «un pueblo que elige ser libre no solo se libera a sí mismo, sino que contribuye con toda la humanidad», reposiciona la lucha venezolana dentro de una narrativa de alcance transhistórico. No se trata simplemente de recuperar instituciones democráticas o competencia electoral, sino de hacer justicia a un proyecto civilizatorio que remonta a 1811. La promesa final del discurso—»Venezuela volverá a respirar», «abriremos las puertas de las cárceles»—no es meramente política sino histórica: se trata del cierre de un paréntesis de veinticinco años de excepcionalidad.

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El análisis histórico del discurso revela una operación que merece ser nombrada con precisión: es una reescritura de la narrativa nacional que mantiene la integridad legendaria del proyecto republicano mientras localiza la catástrofe en un momento específico y remediable. Machado no cuestiona si la democracia venezolana pre-1999 fue realmente estable, ni si la bonanza petrolera del siglo XX se distribuyó equitativamente, ni si las instituciones fueron realmente fuertes. En cambio, construye una memoria colectiva donde la verdadera Venezuela—republicana, acogedora, creativa—puede ser recuperada al remover al régimen autoritario que la oscureció. Es una historiografía de la esperanza que, aunque parcial en su relato del pasado, logra dotar de coherencia narrativa a un proceso político extraordinariamente complejo y, en muchos sentidos, incierto.

Este discurso fue pronunciado por Ana Sosa, hija de María Corina Machado, quien recibió el Premio Nobel de la Paz 2025 en nombre de su madre. Machado no pudo asistir a la ceremonia en Oslo debido a un viaje realizado en «condiciones de extremo peligro», según informó el Instituto Nobel. El discurso que sigue es la voz de la hija articulando el mensaje político de la madre.

Foto captura- Video crédito: Telemundo 51 Miami