Richard Parra: “El momento político en Perú da asco”

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MADRID.- Nació en el Perú pero desde hace años Richard Parra vive y escribe en Nueva York y, aunque a distancia “todo se ve distorsionado”, no duda en mostrarse muy crítico con la realidad política de su país. “Da asco”, afirma tajante.

“Corrupción, impunidad, conservadurismo religioso, capitalismo salvaje, oportunismo, continuismo de Fujimori…, pocos hablan de la soberanía económica del país o de una reforma cultural. Casi todo es más de lo mismo”, advierte Parra, a propósito de las elecciones que se celebrarán en abril de este año en su país.

Desde Nueva York, Parra, que publica estos días en España su segunda novela, “Los niños muertos” (Ed. Demipage), responde a las preguntas de Efe y sostiene que la democracia en el Perú tan solo “ha mejorado un poco en treinta años”.

En su opinión, “no hay democracia” para la población LGBT, ni para “los campesinos amenazados por las extractivas”, ni “para las mujeres violadas por las Fuerzas Armadas y las esterilizadas a la fuerza durante el fujimorismo”, víctimas que además “no obtienen justicia”. O para las familias de los “16,000 desaparecidos”.

“Más que democracia, lo que veo es una reconstitución de la oligarquía corrupta, así como la construcción de una peligrosa mentira: que el Perú es un país que se dirige al primer mundo sí o sí”, destaca quien habla de un “optimismo vulgar”, de un “peligroso delirio”.

Para Richard Parra, nacido en 1977 en Comas, uno de los 43 distritos que conforman la provincia de Lima, a 15 kilómetros del centro de la capital, un lugar muy poblado y donde habita la pobreza, en Perú “no hubo una transición democrática soberana completa”.

“Es -dice- un país de posguerra y posdictadura, de pobreza, violaciones, tuberculosis, frío y hambre”.

En ese mundo sobreviven los 130 personajes que transitan por las páginas de “Los niños muertos”, escrita íntegramente en Nueva York, a diferencia de sus relatos anteriores.

“Me quedé ilegal -confiesa- en Estados Unidos, y por más de un año no pude viajar a Perú, estaba indocumentado. Tampoco tenía dinero”.

Unas circunstancias personales “duras” que no significaron “una limitación” a la hora de sentarse a escribir esta novela, en la que hay materiales autobiográficos, si bien “no es un libro de autoficción”. Al contrario, la adversidad le permitió “imaginar con más libertad”.

“Contemplación del Abismo”,  fue su primer libro de cuentos publicado por Borrador Editores.

PARRA Richard

Tras leer sus anteriores y primeros relatos publicados en España, en el 2014, “La pasión de Enrique Lynch” y “Necrofucker”, reunidos en un único volumen, el escritor español Antonio Muñoz Molina dijo que Parra tenía “una disposición genética para contar el mundo”.

El mundo “como historia social, coral, de individuos y colectivos”, apostilla el autor peruano.

No tiene claro aún si prefiere que el lector español le vea “como un autor político o como uno que juega con el lenguaje”. “Las lecturas -asegura- son imprevisibles. Quiero que se me lea con libertad, con soberanía, sin prólogos ni directivas”.

El origen de “Los niños muertos” está en una noticia que escuchó en Nueva York sobre el desalojo, para su posterior reubicación, de la barriada limeña de El Montón, donde Richard Parra creció.

El lugar “de donde vienen mis primeros recuerdos, que se me aparecen como imágenes en movimiento”, si bien su vida -asegura- “es solo una trayectoria, un trazo que fui dotando de curvaturas por medio de la creación”.

La novela, que abarca sesenta años del pasado reciente del Perú, es, afirma su autor, “una reflexión social imaginativa, pero también un documental, un libro de cuentos populares y un ensayo”. Y es que entiende la novela como un género “que puede integrar todo eso sin problema”.

La literatura de Richard Parra, que casi de manera obsesiva remite una y otra vez a su país, Perú, es el resultado de su “experiencia histórica, también poética, musical… Toda mi infancia -relata- escuché historias orales” sobre una realidad, la de la población indígena, la más pobre y marginada, que, además, “veía a diario”.

De ahí que su literatura se alimente “de eso; no desligo la vida del arte”.

EFE