Robert De Niro, papá a los 81: ¿ternura tardía o el mejor papel de su carrera?

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Parece que Robert De Niro no se conforma con interpretar mafiosos, millonarios neuróticos o abuelos gruñones. Ahora, en lo que puede ser su rol más inesperado (y definitivamente más exigente), el actor ha decidido asumir la paternidad… otra vez. A los 81 años. Porque, claro, si algo faltaba en su filmografía era protagonizar su propio spin-off de Papá por siempre, versión geriátrica.

La bebé, llamada Gia, es su séptima hija y nació cuando él tenía 79. Es fruto de su relación con Tiffany Chen, instructora de artes marciales y 35 años menor que él (porque si vas a criar con alguien, mejor que sepa defensa personal). Su historia de amor comenzó en el set de Pasante de moda, una película que nadie pensó que prediría su vida real: un hombre mayor redescubre la vida con una mujer joven en un entorno improbable. Exacto.

Gia es, según De Niro, “pura alegría”, aunque lo que no dijo es si esa alegría viene antes o después de cambiar pañales con artrosis. Aun así, él insiste en mantenerse activo en la crianza, paciente y presente. Todo bien, hasta que uno recuerda que cuando Gia cumpla 10 años, él tendrá 91. Si eso no es optimismo, no sabemos qué lo es.

Mientras se encarga de biberones y reflexiones existenciales, también ha sido un padre firme y amoroso con sus otros hijos —el mayor tiene 57, es decir, mayor que la madre de su nueva hija. Porque en el mundo De Niro, las líneas de tiempo son una sugerencia.

Además, ha mostrado un gran gesto de apoyo público hacia su hija Airyn, quien recientemente compartió su identidad como mujer trans. En un comunicado claro, simple y profundamente humano, De Niro declaró: “Amé y apoyé a Aaron como mi hijo, y ahora amo y apoyo a Airyn como mi hija”. Punto para Robert. El tipo puede tener un bastón en una mano, pero en la otra lleva algo que muchos aún no: empatía y claridad emocional.

Entre baberos, entrevistas y discursos sobre aceptación, De Niro sigue haciendo lo que mejor sabe: interpretar la vida con una mezcla de intensidad, corazón y esa mirada de tipo duro que, curiosamente, ahora también se ablanda frente a una cuna.

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