Si llegamos hasta aquí, lo mejor es seguir avanzado (Análisis)

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La selección peruana llegó a semifinales con aceptación del mundillo futbolístico que elogia su fútbol de la pelota tratada con sabrosos enganches y guantes blancos, sus armas esgrimidas que le han dado justeza a su accionar y que le ha permitido colocarse entre las cuatro mejores selecciones de Sudamérica.

Perú llegó a semifinales con el comportamiento de un equipo que se envalentona, puede ganar, perder, ser menos o más. Una selección impredecible que sufre y goza.

La fortaleza peruana de este simulacro de perfección que emula a los de antaño como Cueto, cubillas y Sotil, es el poder ofensivo. La delantera más goleadora detrás de Brasil.

Sin embargo, la parte débil es la defensa. Muy endeble y noble. Que no responde a la necesidad de mantener ese equilibrio que tiene todo equipo, ser fuerte en defensa y demoledor ataque.

Contra Paraguay fue una demostración de la flaqueza defensiva donde en cada lanzamiento al área peruana los guaraníes fieles a ese estilo de sacar provecho del compacto buldócer que se afanan, destruyen las defensas.

Sin embargo el equipo de Ricardo Gareca tiene otra arma, la eficacia en los penales para salir airosos de una tanda de penales que tuvo a todos al borde del infarto.

Nadie quiso llegar a los penales pero se dio. En ese juego de lotería aparecieron las figuras claves, Yotún en el penal ejecutado con frialdad y Gallese inmenso para atajar a Spínola el disparo que hubiera cambiado la historia del partido.

Gianluca Lapadula tiene a todos encantados. El ítalo-peruano en poco tiempo se ha ganado el efecto de los peruanos y se integra al grupo con el enjundioso comportamiento de los terrales de Comas.

Este lunes contra la selección brasileña que se sabe superior y se  ha agarrado a su historia para creerse impermeable, seductor con la gracia del juego bonito y el estilo que no renuncia con el tiempo.

El país que más cerca está del juego bonito de Brasil es Perú y con esas mismas armas tendrán que lidiar en un partido en que Brasil no tiene el poderío de antaño con un Neymar de buen pie pero un histrión insoportable.