Sobre una filosofía del fútbol

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En una tarde de octubre de 2025, mientras miles de espectadores observan 22 jugadores disputándose un balón en un rectángulo verde, pocos son capaces de reflexionar sobre la profunda arquitectura conceptual que sostiene cada movimiento, cada decisión, cada segundo de lo que parece ser apenas un deporte.

El fútbol, sin embargo, es mucho más que una competencia física: es un laboratorio filosófico donde convergen ética, estética, estrategia y ontología del ser humano en su dimensión más colectiva. Los conceptos de «filosofía de juego» o «estilo de equipo» no son metáforas vacías: antes de efectuar un pase, el jugador debe pensar en variables como la opción más beneficiosa para el equipo, la ubicación del compañero y los rivales que presionan, un proceso que replica exactamente el método filosófico de análisis, deliberación y toma de decisiones bajo incertidumbre.

La relación entre filosofía y fútbol trasciende el campo táctico para instalarse en el terreno de la reflexión existencial. Albert Camus, filósofo francés nacido en Argelia y uno de los mayores pensadores del siglo XX, fue también un destacado futbolista que jugó como delantero centro y portero en el Racing Universitario de Argel. Su testimonio resulta revelador: «Todo lo que sé con certeza acerca de la moral y las obligaciones de los hombres, se lo debo al fútbol», declaró el Nobel de Literatura.

Para Camus, el fútbol no era un simple pasatiempo juvenil, sino una escuela de vida donde aprendió que «una pelota no llega nunca del lado que uno espera», lección que aplicó para comprender que «en las grandes ciudades, la gente no es sincera». La tuberculosis que contrajo a los 17 años truncó su carrera deportiva, pero el campo de juego ya había sembrado en él las semillas del pensamiento ético que luego plasmaría en obras como «El hombre rebelde».

Este vínculo profundo entre el pensamiento filosófico y el deporte balompédico encuentra sus raíces en tradiciones conceptuales de largo aliento. La llamada concepción platónica del fútbol ha tenido grandes exponentes a lo largo del tiempo, manteniendo su esencia más romántica, donde el papel de las ideas en el fútbol determina la importancia de la belleza del juego.

Del mismo modo que Platón consideraba que la realidad está constituida por ideas y no por cosas materiales, ciertos entrenadores y clubes defienden que el fútbol debe responder primero a un ideal estético antes que a resultados inmediatos. El Ajax de Ámsterdam es una de las escuelas más reconocidas en el mundo, haciendo de su método y estilo de juego toda una filosofía e identidad innegociable, defendiendo un juego atractivo, de riqueza técnica, atrevido y versátil, siempre tomando la iniciativa, con referentes como Rinus Michels, Johan Cruyff y Louis Van Gaal como sus guías filosóficos.

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La tensión dialéctica entre diferentes corrientes de pensamiento futbolístico reproduce exactamente los debates que han estructurado la historia de la filosofía occidental. La comparación entre Bilardo y Menotti puede vincularse con la idea de lo bueno y lo bello que los filósofos han debatido extensamente, señala el escritor Ariel Magnus. Existe un fútbol pitagórico basado en el orden geométrico dentro del campo que privilegia la táctica por encima del talento; hay idealismo futbolístico representado por directores técnicos que defienden su sistema contra viento y marea, y también hay pragmatismo cuando solo se busca el resultado, explica el investigador Rodrigo Tabares. Esta multiplicidad de enfoques demuestra que el fútbol no es una disciplina monolítica, sino un espacio de confrontación de cosmovisiones donde cada estrategia responde a presupuestos filosóficos específicos sobre qué significa el éxito, la belleza y la efectividad.

El fútbol como pensamiento estratégico aplicado

La dimensión estratégica del fútbol establece puentes directos con el pensamiento militar y empresarial, áreas donde la filosofía práctica se torna imperativa. Cuando se pregunta «¿cuál es tu filosofía de juego?», se está preguntando cuál es tu estrategia, cuál es tu táctica, cosas que están más cerca del lenguaje militar, aunque el uso del término «filosofía» aquí funciona metafóricamente.

Diego Pablo Simeone es reconocido especialmente por su liderazgo y compromiso, destacando que para cumplir cualquier meta se necesita esforzarse con el máximo coraje del corazón. Antes de un partido crucial contra el Barcelona, su charla técnica habló más de cuestiones humanas, como el caso de Irene Villa, que de aspectos futbolísticos, demostrando que la verdadera filosofía del fútbol reconoce que los grandes resultados los consigue un grupo que, antes que deportistas, son seres humanos con motivaciones, temores y aspiraciones.

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La filosofía enseña que nada ocurre por casualidad, sino que todo obedece a una ley; otra cuestión es que nosotros no conozcamos esa ley, principio que se manifiesta en cada jugada del fútbol moderno. Cuando un futbolista ejecuta un tiro libre tratando de salvar la barrera rival, la pelota describe una trayectoria predecible según las leyes físicas, pero la genialidad consiste en calcular esa trayectoria en milisegundos.

Hay futbolistas que con su sola presencia ponen orden en su equipo; casos como Xavi Hernández ejemplifican jugadores que canalizan el «logos», la idea que propone el entrenador, haciendo jugar al equipo. No se trata solo de marcar goles, sino de cómo se juega: la alegría de un gol es momentánea, pero disfrutar del juego puede durar los noventa minutos completos.

El componente ético del fútbol resulta inseparable de su práctica. El fútbol requiere disciplina, trabajo en equipo, respeto y ética, que son valores fundamentales en la filosofía, y estos valores trascienden el campo de juego para convertirse en principios de vida. La filosofía puede aportar al fútbol valores como la ética para determinar qué comportamientos son correctos, el respeto mutuo entre jugadores y equipos, la disciplina y autocontrol en situaciones de alta presión, el trabajo en equipo y la colaboración, además del desarrollo personal en términos de pensamiento crítico, resolución de problemas y liderazgo.

El filósofo Hans-Georg Gadamer teorizó que en el juego hay que implicarse completamente, y si no se logra, no se juega bien ni a gusto. Esta reflexión se aplica a la experiencia colectiva del fútbol como modelo de inmersión dramatística en una realidad interaccional definida por la teatralidad social y el deseo mimético.

La verdadera filosofía del fútbol contemporáneo radica en su capacidad para funcionar como espejo de la condición humana. Algunos clubes se fundamentan sin saberlo en el término alemán «Bildung», que refiere a la tradición de cultivarse a sí mismo considerando que filosofía y educación están ligadas en el proceso de madurez personal y cultural. Esta madurez se describe como una armonización de mente y corazón del individuo, y la unificación de individualidad e identidad dentro de la sociedad. Mientras el mundo apuesta por una mentalidad materialista que privilegia lo moderno, fácil y entretenido, renunciando a la calidad en beneficio de la cantidad, estos clubes que creen en la educación y huyen de los resultados inmediatos deben ser considerados refugios, espacios donde se reivindica que los jugadores son personas, y las personas son infinitamente más que cifras estadísticas.

Acerca de la historia de la filosofía

Conclusión: la pelota que piensa

El fútbol no es filosofía en sentido estricto, pero tampoco puede reducirse a un simple juego de pelota. Es un fenómeno cultural complejo donde convergen pensamiento estratégico, dilemas éticos, búsquedas estéticas y construcción de identidad colectiva. Cada partido es un experimento social donde once individuos deben sincronizar sus decisiones individuales en función de un objetivo común, sacrificando protagonismo personal por el bien del equipo, enfrentando la incertidumbre con valentía y procesando información en tiempo real para resolver problemas bajo presión extrema.

La filosofía del fútbol nos enseña que el verdadero triunfo no radica exclusivamente en levantar trofeos, sino en el proceso mediante el cual una comunidad construye significado compartido, supera adversidades y genera momentos de belleza colectiva que trascienden el marcador final. Como escribió el pensador español Jorge Valdano, célebre por su capacidad reflexiva: el fútbol produce variedad estética, riqueza literaria y creación de rituales que trascienden nuestra vida cotidiana.

En esta era de hiperanálisis táctico y métricas obsesivas, recuperar la dimensión filosófica del fútbol significa recordar que antes que un negocio o un espectáculo, este deporte es fundamentalmente una forma de estar juntos en el mundo, de compartir pasión y de buscar, en esos noventa minutos de incertidumbre, respuestas a preguntas que ni siquiera sabíamos que estábamos formulando. El balón rueda, pero también piensa.

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