The Rolling Stones: Lima fue remecida por la banda de rock and roll más grande de la historia de la humanidad

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Apoteósico. Espectacular. Legendario. Fantástico. Maravilloso. Grandioso. Inolvidable. Extraordinario. Sensacional. Espléndido. Histórico. Mítico. Imborrable. Excelente. Fascinante. Magnífico. Soberbio. Formidable. Excepcional. Colosal.

No hay un solo adjetivo que describa el momento. La leyenda y la historia dirán que la noche del 6 de marzo de 2016, Lima fue remecida por la banda de rock and roll más grande de la historia de la humanidad.

Padres e hijos, parejas de esposos, abuelos con nietos, amigos cuarentones, cincuentones, sesentones, setentones, niños con sus jóvenes padres, los amigos del barrio, los excompañeros del colegio, de la universidad, aquellos que no fueron a Woodstock, los que sí fueron, los que se quedaron con las ganas de ver a Santana, los hippies ya canosos, los rockeros atemporales, hombres, mujeres, adolescentes, niños, gente de todas las razas, de todas las edades… nadie faltó.

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Las olas en las tribunas calientan el ambiente, los saltos y gritos en la cancha desatan la fiesta en el Monumental…  de pronto…
Las luces se apagan, en las pantallas aparecen dos autos de videojuego, atraviesan desiertos, cowboys gigantes, ruinas mayas, portadas de discos clásicos como Black and Blue y Between The Buttons, rieles del tren que se convierten en una guitarra: un tour estilo Pixar por el continente americano y la iconografía de The Rolling Stones hasta chocar contra un cartel que dice: «Bienvenidos a Perú».

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El grito ensordecedor de más de 50,000 personas, luces que cruzan el escenario de un lado a otro y, de pronto, Keith Richards, sí, la leyenda, acaricia las cuerdas de la guitarra con su mano derecha, el estadio que se viene abajo, suena el primer acorde de «Start me Up» acompañado de una explosión de fuegos artificiales y Mick Jagger aparece en el escenario, Charlie Watts que bombardea con la batería y Ron Wood con su guitarra dan paso a la voz de la «boca» más emblemática del rock.

“It’s Only Rock’n’Roll (But I Like It)” y “Tumbling Dice” hacen saltar, cantar y bailar a todos en el estadio.

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Mick Jagger saluda en castellano: «Hola Lima, hola Perú, hola mis causitas”. “Out of Control” es el tema que sigue. Richards y Woods hacen gala de su genialidad.

Mick Jagger dice en nuestro idioma: “Finalmente estamos tocando en el Perú”, y.anuncia la canción ganadora de la votación en la web oficial de los Stones en la que los fans podían solicitar un tema. En las pantallas aparece el título: “Like A Rolling Stone”. Todo el estadio acompaña cantando.

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Richards toma la guitarra acústica, Jagger dice: «Son lo máximo», y los compases de “Angie” se adueñan de la noche. No hay una sola persona que no cante. Los chicos no se detienen. Y sin previo aviso el superclásico “Paint it Black” provoca que el estadio sea más Monumental que nunca. Como si fuera un sueño del cual nadie quiere despertar, “Honky Tonk Women” sube las revoluciones al máximo.

En un momento Jagger procede a presentar a los miembros de la banda, primero Charlie Watts, el público que corea su nombre; Ron Wood es el siguiente y el saludo del estadio acompañado de gritos; llega el turno de Keith Richards y la ovación es increíble, Keith camina por la pasarela, se pone en cuclillas, sonríe como un adolescente abochornado, un gesto muy típico suyo, se apodera del escenario y nos deleita con “You Got The Silver” y “They Make Me Run”.

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Regresa Mick y dice en castellano: «La comida de aquí es mostra, la mejor de Sudamérica”. “Mi hija trajo a su mascota, cuy, y ahora no la encontramos», dijo en broma agarrándose el estómago, mientras que con la otra mano dirigida a su boca hacía gestos de que se la habían comido. El público celebró la ocurrencia.

“Midnight Rambler” desata toda la furia de Jagger en el escenario. Hace un gran despliegue de energía en la pasarela, la gente no puede creer lo que sucede, es como si desafiara sus propios límites, sus movimientos nos muestran un envidiable estado físico.

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El clásico “Miss you” hace corear a todo el estadio. Es el turno de “Gimme Shelter” y Mick es muy bien acompañado por la corista Sasha Allen. Otra vez habla en castellano y pregunta: “¿Se están vacilando?”, todos responden y aplauden. “Jumpin’ Jack Flash” también convierte a los asistentes en un enorme y bullicioso coro.

Nuevamente las luces se apagan y con todo el estadio a oscuras, en las pantallas aparecen los símbolos que identifican al demonio. Alguien del público grita: “Escucha, Cipriani, escucha”, la gente celebra. «Sympathy for the Devil» es recibida con luces rojas que inundan el escenario, mientras Jagger sale con una capa negra con plumas rojas que después deja caer al suelo con aires de monarca. Sus Majestades Satánicas en toda su dimensión.

“Brown Sugar” no deja que la fiesta se detenga, los muchachos dan todo de si sobre el escenario, Ron y Keith pasean por la pasarela con sus guitarras y la gente que salta y grita como nunca.

Un coro de jóvenes peruanos aparece y acompaña a la banda con uno de los clásicos que más les gusta cantar con el público: “You can’t always get what you want”. La comunión con la gente es total.

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El riff más famoso de la historia da inicio a “(I can’t get no) Satisfaction” y fue el éxtasis, la apoteosis. Los muchachos británicos son acompañados por más de 50,000 personas que saltan, bailan y cantan la canción símbolo no de una, sino de todas las generaciones.

Los fuegos artificiales iluminan el cielo, los chicos se juntan y los cuatro abrazados agradecen y se despiden de un público que los esperó más de 50 años. Richards (72), Jagger (72), Watts (74) y Wood (68) han desafíado al tiempo, nunca tantos cantamos, saltamos y bailamos tanto. Nos hicieron vivir la noche que Lima fue remecida por la banda de rock and roll más grande de la historia de la humanidad. (Walter Sosa Vivanco/Agencias)

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Fotos: EFE/Andina

 

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