La reciente partida de Luisa «Lucha» Fuentes Quijandría, «La Cañonera de Oro», enluta al deporte peruano, pero su legado y el de toda una generación dorada del vóley femenino entre la década del 60 y 80 permanece intacto. Aquella época fue un torbellino de triunfos, pasión y figuras inolvidables que marcaron un hito en la historia deportiva del país.
El arquitecto de este florecimiento fue, en gran medida, el entrenador japonés Akira Kato, quien llegó al Perú en 1965. Kato revolucionó el vóley nacional, combinando la velocidad del juego asiático con la potencia europea. Su disciplina férrea y su ojo clínico para descubrir talentos, como el de la joven Lucha Fuentes, sentaron las bases para una década de éxitos sin precedentes. Se cuenta que Kato, con su peculiar estilo, exigía a sus jugadoras hasta el límite, pero a la vez, se ganaba su respeto y cariño, convirtiéndose en una figura paternal. Fuentes misma recordaba que Kato le exigía horas extras de entrenamiento, lanzándole cientos de mates para perfeccionar su técnica.
Bajo la batuta de Kato, Perú conquistó el Campeonato Sudamericano de 1967 en Brasil, un hito que cortó 16 años de hegemonía brasileña. El equipo brilló en los Juegos Olímpicos de México 1968 y en la Copa del Mundo de Uruguay 1973, obteniendo un meritorio cuarto puesto en ambos torneos. Lucha Fuentes y Anacé Carrillo se erigieron como las estrellas de aquel conjunto. Una anécdota curiosa de la época cuenta que, para preparar al equipo, Kato organizó un doble partido contra el poderoso club japonés Yashica. A pesar de las derrotas, la experiencia fue crucial para el crecimiento del equipo.
En 1974, el coreano Man Bo Park tomó el relevo de Kato. Park, con su carisma y exigencia, llevó al equipo a nuevas alturas. Su método, a veces controvertido (se dice que lanzaba pelotazos a las jugadoras para mejorar sus reflejos), demostró ser efectivo. Bajo su dirección, Perú ganó siete Campeonatos Sudamericanos y, lo más importante, la medalla de plata en los Juegos Olímpicos de Seúl 1988, un logro histórico.
Luisa Fuentes, con su potente remate y liderazgo, fue la capitana y figura emblemática de esta generación. Apodada «La Cañonera de Oro», «La Gran Capitana» y «La Leyenda», inspiró a todo un país. Su talento la llevó a ser nominada como la mejor jugadora del siglo XX por la Federación Internacional de Vóley. Una anécdota que ilustra su humildad es que, tras ganar el Sudamericano de 1967, su premio fue un par de zapatillas, que recibió con gran alegría.
El legado de Lucha Fuentes, Akira Kato y Man Bo Park trasciende los títulos. Su trabajo y dedicación cimentaron una tradición de excelencia en el vóley peruano, inspirando a generaciones de deportistas. Su memoria perdura en cada cancha y en el corazón de los aficionados.
Foto Andina- El Peruano