Cacao: Fomentan producción en cuenca del río Ene

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A través del proyecto ‘Fortalecimiento de la Cogestión entre la Reserva Comunal Asháninka y el Eco Ashaninka en beneficio de las Comunidades Nativas de la cuenca del río Ene y Tambo’, financiado por la Unión Europea y DEVIDA en el marco de acciones del Programa Desarrollo Alternativo en Satipo (DAS), se viene fomentando la producción de cacao orgánico en la cuenca del río Ene.

Esta actividad se desarrolla a fin de fortalecer sistemas de recuperación de áreas degradadas en las comunidades nativas de la zona de amortiguamiento de la Reserva Comunal Asháninka, mediante el asocio de cultivos en sistemas agroforestales, enfatizando las prácticas agrícolas que garanticen la producción orgánica en ocho comunidades nativas (CC.NN.) de la zona.

El cacao es uno de los cultivos que contribuye en la mejora de la economía de las familias Asháninkas que habitan en la cuenca del río Ene, cuyos terrenos son aptos y potencialmente fértiles para su desarrollo.

El equipo técnico del proyecto, viene desarrollado actividades de instalación de parcelas demostrativas de media y una hectárea de cacao, así como adiestramientos en poda, abonamiento, control de enfermedades y beneficio del cacao con las familias beneficiarias. También apoyan con algunos materiales e insumos tales como bolsas para plantones, fertilizantes y herramientas.

Al respecto, César Sergio Ramos Pérez, Presidente de la Organización Eco Asháninka ejecutora del proyecto, señaló que la asistencia técnica personalizada en el cultivo de cacao, permitirá desarrollar las habilidades y destrezas del agricultor Asháninka con nuevas técnicas en cada etapa del cultivo de cacao.

La intervención del proyecto inició el año 2014, a la fecha ya se aprecian algunos resultados alentadores, como el caso de Marcelino Bentita Umayna (49) nacido en la CC.NN. de Quempiri, quien destacó la contribución del proyecto en la mejora de la producción del cacao.

Marcelino Bentita Umayna, padre de ocho hijos, dio a conocer que viene trabajando con el cultivo de cacao en su comunidad luego de regresar de Mazamari el año 2006, lugar al que migro por la violencia socio política de los años 90. Actualmente cuenta con cuatro hectáreas de cacao en producción y recibe constantes visitas del equipo técnico del proyecto.

“El proyecto me ha enseñado cómo preparar el vivero, escoger semilla, abonarlo; he aprendido nuevas cosas, por la asistencia técnica detallada y con paciencia. Aquí también hemos aprendido diferentes maneras de injertar como el tipo pua, central y otros”, manifestó Marcelino Bentita Umayna.

Marcelino Bentita Umayna agregó que “ahora cosechamos bastante cacao y lo manejamos bien, ya no como en tiempos de mi padre, porque he aprendido nuevas cosas como evitar y controlar las enfermedades, hay que hacer poda, hay que cuidarlo”.

El valor que asigna al cacao Don Marcelino es reconocido en la mejora de la economía familiar, sobre todo en situaciones difíciles de afrontar por la mayoría de familias de escasos recursos económicos. Algunos de estos momentos fueron narrados con emoción.

“Mi cacao me apoya, por ejemplo cuando estuve enfermo me he curado, y cuando mi nieto tuvo bronconeumonía también fue curado con la plata del cacao que vendió mi familia y que ahorramos.  Este año una de mis hijas estudiará para técnica en enfermería y para los gastos de estudio lo pagaré con el cacao que produzco”, remarcó Marcelino Bentita Umayna.

Además es motivo de orgullo por la inversión realizada y ser un referente en su comunidad, “también he comprado mi moto guadaña, motosierra y moto carguero, yo estoy contento con el cacao; si no vinieran los ingenieros para enseñarme estaría produciendo como en tiempos de mi padre, sólo cosecharía 10 ó 20 kilos, ahora estoy cosechando más de 800 kilos por hectárea y voy a mejorar más”.

Como muchos pobladores, César Ramos Pérez, solicita que este tipo de intervenciones prosigan en la cuenca del río Ene, ya que al estar ubicado en el ámbito del Valle de los ríos Apurímac, Ene y Mantaro (VRAEM) la opinión pública nacional tiene la imagen de un lugar atizado de violencia, terrorismo y narcotráfico, pero no se toma en cuenta la situación de vulnerabilidad en la que se encuentran miles de familias de etnias Asháninkas, Nomatsiguengas, Matsiguengas y Kakentis, así como la Reserva Comunal Asháninka.

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