Algunas reflexiones

 

Cierta lejana tarde, conversando con el ilustre psiquiatra peruano, Dr. Max Arnillas Arana -a quien quise y recuerdo como un amoroso padre- ,pleno de sabiduría y comprensión, me animé a preguntarle graciosamente que opinaba acerca del dicho, según el cual: “Ni son todos los que están… Ni están todos los que son”.

Entonces, este hombre sabio y bondadoso, me respondió: “Los que están son… Y los que  son y… todavía no están, ya estarán en algún momento”.  Ante lo cual, ambos reímos de buena gana, sin que la definición lograra borrarse de mi mente, aun ahora que han pasado largos años y este amable patriarca, habita ya, en otras dimensiones del universo.

Y ya en mis años de controversia política, me tocó averiguar que según Lenin -cuyas teorías le han arruinado la vida a media humanidad y han dejado al borde del “Comió-Maní”, a la otra mitad-, según este trajinado político: “en el fondo de todo chiste, hay algo de verdad”.

Y así recuerdo a un importante personaje peruano, que tras haberme hecho esperar algo más de dos horas, me concedió el reportaje solicitado y luego -como disculpándose-, me contó lo siguiente: “a pocos metros de la puerta de un manicomio, un viejito macilento, pretendía “pescar algo”, usando un rudimentario aparejo, consistente en una vieja caña, un largo piolín (no periodístico, porsiaca) y presuntamente un anzuelo. Todo esto proyectado sobre un sucio charco de imposible fauna natatoria. En eso, acierta a salir del “Lococomio”, un estirado psiquiatra, que al percatarse del necio esfuerzo del ímprobo pescador, le dijo: “Amigo, veo que está usted algo desorientado y por eso, voy a invitarle un trago. Luego le pasó el brazo sobre el hombro y lo “remolcó”, hacia un cercano bar, ante cuya barra, solicitó: “Dos whiskys, mozo”, volviéndose luego hacia el desquiciado “pescador”, pretendiendo burlarse de su necio intento.“Dígame amigo -le disparó al anciano- ¿Ha pescado alguno ya?- A lo cual el vejete, con aire cachoso le respondió: “Bueno. Contigo van ocho, pero me queda el resto del día, para pescar otros bobos”.

Y esto desentraña uno de los más importantes  secretos de la terapia psiquiátrica: a saber, la empatía con el paciente, o dicho de otro modo, cómo seguirle la corriente, para que vaya entrando en confianza.

Pero tal intento, no repara en que quien “ha perdido la razón”, no se ha tornado estúpido- no en todos los casos, por lo menos, ni con la misma intensidad. Parece más bien que la “locura”, así en términos generales, añade otras “astucias”, al desequilibrio interpretado.

Analicemos por ejemplo, que el “loco” dice: “he soñado que los chanchos volaban”. Y entonces el psiquiatra bisoño, le suma el comentario: “Claro que vuelan, cuando los llevan en avión”- y así continúa el ping-pong, al final del cual, cada uno de los “contendientes”, algo gana y algo pierde.

Y si no se cuida a tiempo, quien más resultará perdiendo es el psiquiatra, si acaso no aplica intensamente el “contra-transfer”, que es algo así como un “paraguas” que le impedirá desequilibrarse a la par, o en consonancia con su paciente.

Como ustedes seguramente NO saben, la actual terapia psiquiátrica, se apoya más en la farmacopea moderna, que en los principios freudianos , en tanto Lacan y otros  antiguos freudianos, afirman entre variados “chamullos” que el genial, implementador del “psicoanálisis”, fue, en sus comienzos, un dramático supersticioso y citan en apoyo de tal tesis, la anécdota según la cual, el genial Sigmund, descabezaba un sueñito, recostado en un asiento de tren, mientras meditaba sobre cuánto ganarían los empresarios ferroviarios -a su juicio- necios traficantes  del fierro, en tanto él que había (o creía), haber descifrado la clave de la locura, no tenía ni siquiera el dinero necesario para comprar un reloj nuevo, ya que su “paila” de cadena y bolsillo, estaba más loca que una cabra en celo, marcando cualquier hora y cualquier fecha, en algún momento de día o noche.

Así meditaba tan sabio personaje, cuando a media pestaña, vio pasar a un viajero tocado de un elegante tongo-galera, que al semi-soñador se le antojó, no sólo transparente, sino vitrina del pensamiento  procesado por el usuario de tan elegante “chambergo”.

Y -sostienen los anti- freudianos, que en ese mismo instante, el viejo Sigmund se iluminó en chispazo, e imaginó las técnicas interpretativas que habrían de permitirle -o eso creía él- ver en transparencia las intimidades del pensamiento desequilibrado y en consecuencia establecer una terapia decisiva que ordenara el descalabro, cosa que –  sostienen los sabihondos- no se ha logrado hasta la fecha, ya que no existe el exloco.

Añadiendo que las terapias existentes, se limitan -mediante la celebrada farmacopea, a la reanimación del deprimido, la aquietación del excitado y finalmente una manipulación del sujeto, manteniéndolo bajo el dominio de numerosas drogas mientras lo va venciendo  el sueño y “hasta mañana no hay colegio”, como decían nuestras abuelas.

Añaden estos “quema-películas”, que Freud, jamás logró vencer su propia adicción al tabaco, ya que siguió fumando en pipa, que le putrefactó la mandíbula, hasta el propio día de su fallecimiento. Analizan además impiadosamente, las obras “Totem y Tabú”,  y la referida al pueblo hebreo y el “Monoteísmo enfermizo”, que les hizo inventar a “Jehová”, tema que no me atrevo a tocar, pues temo que algún pescador de charco, me invite a beber un whisky, para en el acto revelarme que se trata de un psiquiatra disfrazado, que en un momento crucial de nuestra charla, podrá llamar en su ayuda, a cuatro vigorosos “boy  scouts” de su collera y acusarme de ser una especie de monstruo que le impide seguir pescando en su charquito. Además viendo los aconteceres atemporales propios de nuestra política, por ejemplo, creo que coincidiremos en que de verdad, de verdad, de músicos, poetas y lo otro… todos tenemos UN LOCO. Hasta la próxima.

 

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