Buscando experiencias

 

En nuestra de historia de consumidores (proscrito concepto para las ciencias sociales del siglo XX y aún, en lo que va del XXI), aquello que consumimos cotidianamente para satisfacer nuestras necesidades, son esos bienes, objetos, cosas, servicios que tienen una cualidad que nos conviene o cuyo rendimiento nos permite conseguir más por menos precio, o por alguna otra característica propia, novedosa o atractiva, en mucho tiempo hemos creído que a cada necesidad le corresponde un producto, un servicio y punto, o al revés.

En estos tiempos, las tradicionales actitudes y conductas de consumo ya no son las mismas, no las realizamos por las razones de antaño, el consumo es hoy más complejo, el bienestar es mayor y mejora continuamente, la oferta de satisfactores es diversa, múltiple, cada vez más orientada a un consumidor, características que hoy tanto consumidores como vendedores buscan potenciar, pues sienten que por allí radica el bienestar del consumidor y de la sociedad.

Así vemos y experimentamos que en el mundo de hoy, hay consumos que sorprenden y podrían escandalizar a un “consumidor tradicional”, el “nuevo consumidor”, se enfoca en que al adquirir un bien, un producto o un servicio, lo que realmente quiere para satisfacer sus infinitas necesidades, es comprar experiencias, adquirir “algo” que sea memorable, intenso, nuevo. Para entender un poco este intrincado asunto, veamos que este tipo de conducta en el momento de comprar no es nuevo, pues antes al adquirir un bien o servicio, las experiencias formaban parte del bien o servicio, estaban incluidas. En cambio hoy, el comprador, paga por el tiempo que pasa disfrutando de una serie de eventos memorables que le ofrecen las empresas y gestores de todo tipo. Prosperan hoy, según los consultores de la Escuela de Negocios de Harvard, Pine y Gilmore (1999), quienes propician eventos, productos o servicios memorables, que propician una experiencia positiva, donde los consumidores dejan la pasividad y pasan a interactuar sensitiva y emocionalmente con lo que se les ofrece, de modo que al final, la experiencia será inolvidable por las emociones, principios, valores, sensaciones, relaciones y logros. En resumen, hoy las empresas, deben diseñar y gestionar experiencias positivas, intensas y memorables para satisfacer a los consumidores, que lo están buscando.

Estamos ante una economía de la experiencia, que crece de modo sorprendente, se transforma en una gran industria con solo colocar al individuo en una experiencia que le deje un recuerdo. En Suecia, un hotel cobra 175 a 1500 dólares por el hospedaje en una habitación simple con 2 a 5 grados de temperatura y sin comodidades. Tiene muchos clientes. Demás esta referir, verbigracia, el Carnaval de Río, que no ofrece visitarlo, sino vivir esa descomunal fiesta. Con estos ejemplos se puede pensar que la economía de la experiencia es propia del turismo, que allí es donde puede materializarse las estrategias que orientan al consumidor de hoy, sin embargo, estas nuevas orientaciones del modo de satisfacer las necesidades en estos tiempos, es más amplia, por lo tanto, interesante indagar sus rumbos de desarrollo.

Los peruanos no salimos aún de nuestro asombro, de cómo esos modestos, indigestos y pocos saludables platos, propios de la alimentación cotidiana y pobre, se convierten hoy en las bases de prósperos emprendimientos empresariales gastronómicos, no solo locales, también globales. Sin temor a equivocarnos hoy en el Perú emerge una burguesía gastronómica, además muy influyente, con liderazgo nacional y proyección electoral, tal como en el pasado prosperaron los “Barones del azúcar”, o “Los Reyes del caucho”, “Los Consignatarios del guano”, entre otras. Son evidentes las diferencias sustanciales, estas aristocráticas y excluyentes, aquella, una clase mesocrática culposa que se acerca a las culturas costeña, andina y selvática, india y pobre, no así a la misma gente. Aristas de un fenómeno que lo hace más interesante, pues los comensales se acercan a los modernos como tradicionales restaurantes y puntos de comida para vivir “como sabe y huele en esos lugares esa comida que en su casa la siente diferente” a la vez que constata como “los otros” se regodean con esos platos, ahora transformados en la columna de acero de su identidad cultural. Los peruanos ahora van a los lugares de expendio de comida, a vivir su peruanidad, su choledad (Nuggent, dixit), a mirarse a sí mismos, a mostrarse a los demás, pero en muchos de esos lugares se encuentra con otros atractivos, zoológicos, juegos, exhibiciones artísticas, paisajes, alojamiento, piscinas, y más, acorde con un marketing moderno.

La gastronomía en el Perú como en el mundo hoy es un ámbito en el que se generan y ofrecen experiencias únicas e irrepetibles, memorables, que superan las expectativas del comensal. Sentir reventar un fornido gusano (tsuri) en tu boca, en verdad debe ser algo para recordarlo por siempre.

La oferta y generación de experiencias de consumo “únicas e irrepetibles” para los clientes, es un factor clave para ocupar un lugar dentro de la obligada competitividad del mercado actual. Se trata de convertir el momento del consumo en una experiencia memorable que supere las expectativas del comensal, de modo que luego él recomiende y se sienta comprometido.

Vender comida, no es ya un asunto simple. Los cocineros se alejan de la cocina y se acercan al marketing; los comensales se acercan a los platos para conectarse con otras experiencias, como estar en “ese local” y convertirlo en un escenario que le ofrece sensaciones para sus cinco sentidos de comensal, “ese local” puede ser un “guarike”, un espacio tradicional, familiar o súper moderno o una propuesta original, en realidad se trata de un espacio que sutilmente toca los pilares de la identidad (en el caso nuestro, como nadie) de los visitantes para finalmente, marcar la experiencia singular en sus memorias.

El ritmo de vida, las rutinas existenciales, la cotidianeidad, por efecto de la modernización de la vida y de la sociedad, también contribuyen a buscar experiencias en otros aspectos del consumo del ciudadano de hoy. Lo moderno hoy, es una vida que transcurre en el trabajo, los negocios, los centros de enseñanza, los viajes y otras actividades fuera del hogar, de la casa, lejos de la familia, los parientes o amigos, sobretodo de las familias nucleares o extendidas, especialmente, las de clase media, la creciente y emergente, que buscan espacios para retomar la vida familiar, y aparentemente los encuentran en los restaurantes de moda o los campestres, en los clubes de verano o de invierno, en los clubes provincianos, en muchas ferias gastronómicas y fiestas populares o visitando otros pueblos, lugares que hasta hace poco agonizaban de habitúes y que hoy tienden a abarrotarse de visitantes, especialmente, en grupos, los fines de semana, los feriados o los días de fiesta. Estos visitantes, en lo posible desean un espacio para vivir su experiencia social de reencuentro, de distensión, de construcción o de recuperación de sus relaciones, también de exhibicionismo, porque hoy el consumo se asocia a la experiencia de ver y ser visto en un entorno social, en un lugar, en determinado nivel.

En el contexto que describimos, poco importa la comida, los alimentos, la bebida, que acaso son un pretexto para vivir una experiencia inolvidable, en un espacio que puede llegar a constituirse en un “tercer hogar” y en mucho más para un peruano que experimenta el consumo como la búsqueda de experiencias nuevas e inolvidables.

 

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