En las intrincadas calles de las favelas de Río de Janeiro, el Comando Vermelho, el segundo cartel de drogas en el Brasil, se impuso a sangre y fuego para coordinar los envíos de cocaína a Europa y Asia, con dividendos astronómicamente mayores a los que rinde el mercado estadounidense de consumidores.
Es indudablemente la organización criminal más temible llegando a enfrentarse con la Policía Federal con las más moderna artillería, incluyendo fusiles con cohetes Instalaza y sin vacilar en provocar sangrientos motines en las cárceles , con el siniestro sorteo de los internos que van a ser decapitados.
De esa manera una de las más bellos destinos turísticos de Brasil termino siendo campo de batalla entre los carteles que se disputan la hegemonía del narcotráfico , con lo que denomina “ofensiva empresarial” a los engranajes del nuevo imperio de la cocaína al ritmo de samba…y muerte.
Su historia se remonta a 1886 a una de las más temidas prisiones, tan sórdidas como la Isla del Diablo en la Guyana francesa, un penal de castigo para los criminales avezados que vestidos como mendigos, peleaban como fieras por comida o una simple ducha, en un siniestro período que se prolongó hasta 1993.
En ese infierno surgió en 1979 el Comando Vermelho (rojo) con el lema “Paz, Justicia y Libertad”, fundado por internos que compartían sus celdas con presos políticos encuadrados en la Ley de Seguridad Nacional de la dictadura.
Los fundadores no solo se interesaron por los valores, libros y métodos más sofisticados de los internos politizados, sino que aprendieron a conformar una organización jerarquizada para sobrevivir en el sórdido ambiente de otros presos que sembraban el terror con violaciones, torturas y asesinatos.
Muchos de ellos cumplieron sus condenas o se fugaron dejando una férrea organización que crecía hasta desbordarse a la calle con el asalto a bancos y secuestros que, dicho sea de paso , perfeccionaron con las lecciones de sus colegas políticos, hasta que empezó a decaer en los presidios, ubicándose en las favelas de Río de Janeiro.
De acuerdo al libro “Comando Vermelho : La historia secreta del crimen organizado” de Carlos Amorim, se señala que en 1990, el 90% de las favelas de Río de Janeiro les “pertenecía”, para lo cual debieron enfrentarse con disidente enemigos agrupados en Terceiro Comando Puro y Amigos dos Amigos.
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Los traficantes del Comando Vermelho ampliaron sus tentáculos en una decena de estados, con una virulencia perversa.
“Los otros grupos de Río, más minoritarios, también te disparan, pero nada comparado al CV. Ya me he visto en tiroteos de ocho horas contra ellos. ¡Ocho horas!”, cuenta un comisario. Sus miembros, además, son descritos por los agentes como los más sanguinarios.
“El Comando Vermelho disfruta quemando un policía vivo, mientras que sus enemigos prefieren sobornarlo”, relata otro policía quien por razones obvias se mantiene en el anonimato.
El Tribunal del Crimen
Al igual que el Sindicato del Crimen de la Cosa Nostra en EEUU, Comando Vermelho impuso un “código de honor” con reglas severas y un Tribunal del Crimen para juzgar a los disidentes castigándose con la muerte a los informantes de la policía o amputarles las manos por robar en la favela.
“La cárcel ya era nuestra con los presos sin cabeza: tocaba matar a los del PCC” señala una canción de funk brasileño compuesta para recordar la masacre y decapitación de 56 presos pertenecientes a la banda enemiga del PCC (Primeiro Comando da Capital) por parte de los reclusos pertenecientes a la Família do Norte, en la cárcel Anísio Jobin, en Compaj (Manaos).
La llegada de la Familia del Norte se fundió en una alianza con el Comando Vermelho permitiendo a los aliados extenderse al norte brasileño, centralizando sus actividades en el Estado de Amazonas y controlando el narcotráfico en la Triple Frontera que une a las mafias del Perú, Colombia y Brasil, en Manaos, la capital del Estado de Amazonas-