Descubrir la pólvora

 

Recuerdo que allá por los sesenta´s, cuando mi columna: “PERRO MUNDO” estremeció los kioskos, reemplazando en la atención pública al por entonces famosillo Guido Monteverde, mi recordado amigo -por ese entonces Jefe de Redacción de “Última Hora”- Alfredo Fernández Cano, me dijo entre cordial y presagioso: “Tampoco vayas a creer que has descubierto la pólvora. La popularidad es algo que dura un tiempo y… nada más, aunque -en su momento- se acerque a la verdad”.

Poco tardé en aceptar la verdad del asunto, ya que jamás he sido creído ni vanidoso, pero andando el tiempo, me “ascendieron” nombrándome “Jefe de Amenidades” nada menos que de “La Prensa” y  aunque ustedes no lo crean, por “un extraño carnaval” de acontecimientos, Guido -que acababa de fracasar en el estrenado “Correo”-, volvió a su “Antipasto Gagá” y… a sus cosas de siempre.

El golpe me hizo aprender que de acuerdo a ciertas leyes cíclicas de la vida, lo importante no es preguntarse: “¿por qué me pasa esto?”, sino “¿Para qué me está pasando?” Mi carrera continuó, precisamente en “Correo”, de ahí a “Expreso” y luego a “La República” y “El Popular”, donde poco tiempo después llegué a director, aparte de calificar como creativo de una importante agencia de publicidad y relacionista público de un hotel cinco estrellas. Como puede apreciarse, para eso dejé de escribir “Perro Mundo”, además de entender que, sencillamente, no había “descubierto la pólvora”, sino que había encontrado, en definitiva, lo que puede entenderse como “mi camino”.

Ahora, soy escritor libre, profesor universitario, asesor de un par de empresas y autor de cuatro libros que se han vendido muy bien. Y todo eso, sin “descubrir la pólvora”, pues.

Estos “spots memoriosos”, han venido a mi pantalla, leyendo el reportaje concedido por el joven abogado Eduardo Herrera a mi favorito diario. A dos páginas centrales -muy merecidas- este escritor debutante  del  libro  titulado: “El Cerebro Corrupto”, amenaza creer que le ha birlado el explosivo invento al famoso Alberto Nobel, gran responsable de la millonaria explotación minera  y de ese misterioso cuento que se llama “Premio Nobel” y  nadie sabe cómo se hace para ganarlo, ya que no siempre -en el caso literario- es concedido a quienes realmente lo merecen. Baste decir que jamás se le ha otorgado a Thorton Wilder, Ernest Hemingway, Jorge Luis Borges y otras perlas, en tanto se le prodigó a una señora que escribía cuentos para sus nietos y a tres o cuatro pergeñadores de bodrios para el olvido, lo cual, según mi brother “Gabo” García Márquez, es responsabilidad de un misterioso bibliófilo sueco, aficionado a la pesca, a quien sus colegas de la Real Academia Sueca, tienen por genio. Y ya se sabe que cuando alguien agarra viaje con título tal, bien puede manejar a su antojo a los más calificados grupos humanos. Incluso, los “cuasi genios”, suelen vacilarse a su gusto con millonarios y empresarios de medio pelo. Créanme. Yo sé por qué lo digo, ya que lo he vivido de cerca  y en varios chapters sin cortes comerciales.

Bueno, pues. El “doctorucha” sostiene en su libro y repite en el reportaje, que seguramente pondrá en marco, a fin de presumir frente a sus futuros nietos, que “en el Perú todo está corrupto”, que el dinero lo mueve todo, especialmente, en el Poder Judicial   donde, dice: “Hay un montón de Hinostrozas y cuellos de todos los colores”, para luego afirmar, como quien “descubre la pólvora” que su libro:” pretende un poco incendiar la pradera y decir: ya es el momento de cambiar y depende de todos, de una gran articulación del Gobierno”.

-Y esto, me hace recordar un par de cosas. Cierta noche, en la redacción de “Extra”-año 1,974- comentaba amargamente con el gran periodista Don Alfonso Delboy, la corrupción que ya por entonces, carcomía al país y nos hacía –a algunos- soñar que podíamos derrotarla con  sólo proponernos dicha meta. Y entonces, “Don Pocho”, sabiamente me dijo: “Oiga, pero como usted habrá visto en algunas películas blanco y negro, francesas o norteamericanas, hasta hace algunas décadas, lo mismo pasaba en Francia e Inglaterra, por ejemplo. Pero ahora, las cosas han cambiado por esos rumbos”.- “Pero, ¿cómo lo hicieron Don pocho? – quise saber.- “Bueno”,- me dijo este maestro de periodistas: “Ellos inventaron unas cuantas cosas muy útiles al respecto. Una de ellas, es la guillotina, otra la horca, una más, el hacha inglesa y en Norteamérica, donde la ciencia avanza a pasos agigantados, se usa con gran éxito, la Silla Eléctrica”.

-Me quedé pensando al respecto y reparé en las monsergas de nuestros chamulladores, acerca de “la inutilidad de estos procedimientos”, que, según decían y siguen diciendo “se ha demostrado estadísticamente”. Y también pensé en esas tan religiosas personalidades, cuya prédica afirma que: “sólo Dios da la vida y sólo Él, tiene la potestad de quitarla”. Lo cual, según modestamente yo, creo que debiera explicarse a asesinos, violadores y otras yerbas, semanas antes de que cometan sus habituales atrocidades.

Y recordé también, que en los albores de mi carrera, visité integrando un grupo de estudiantes sanmarquinos, nada menos que la Cárcel Central de Varones, entonces ubicada donde hoy luce un pomposo hotel, gracias a una jamás entendida negociación de políticos del  no tan lejano pasado.

Los presos se divertían “asustando” a dos infames italianos que habían degollado al “Chofer Guillón” –o algo así- para arrebatarle treinta soles. Uno de estos asesinos, apellidaba Rizaletti, el otro era Borzzi. Recuerdo haber visto a ambos, palidecer “hasta los zapatos”, cuando ciertos “graciosos” compañeros de “internado”, se gritaban unos a otros, que “a ese par de gringos, los mandan al palo”.- Por lo cual, jamás he creído que algo tan terminante como la muerte, “no intimide a los delincuentes”.- Tal cosa sucederá en el caso de los psicópatas, que si no temen a la muerte, deben ser ellos, tan temibles, que bien merecerían la profilaxia social que bien se hubieren ganado.

En un tiempo, creí que la pena de muerte, era inhumana y hasta trabajé en la redacción de un par de libros que teorizaban al respecto. Después la vida me llamó al orden.

Espero que Eduardo Herrera -a quien no tengo el gusto de conocer- tenga éxito con su libro y también, que endurezca la piel, contra lo que van a decirle algunos de sus colegas en Derecho. ¡Valor amigo! Incendiar la pradera, siempre amerita unas cuantas chamuscaduras. Y si le sirve de previo consuelo, le contaré que hace algunos siglos, cuando se inventó la “noaprista Marsellesa”, un sabio filósofo, matemático y político francés, llamado René Descartes, sentenció muy en serio: “No es cierto que la corrupción haya atacado al sistema. El sistema es la corrupción”.

 

Leave a Reply