Dormir con “la asesina”

 

Pueden reírse todo lo que quieran, pero superados los 60, no hay hombre que haya logrado superar a “La Asesina” o se resista –de algún modo- a evitar dormir con ella.

Se llama Prostatitis, que parece el apelativo de alguna cortesana griega, pero es, en realidad, el nominativo de la hiperplasia de una glándula que instalada en la zona posterior al pelvis, contribuye, en cierto modo, a la erección y dosifica la emisión del semen, cuyo contenido de hormonas, células y otras gracias, tras nueve meses de oscuras –y molestas- aventuras, se convertirá en un nuevo berreante ser humano, que andando el tiempo, será “King Gorila”,  el tío Eisntein, o algún anónimo personaje que se empeñará en sobrevivir, según el equipo inteligente que le acomoden los genes y  nuestro misterioso cerebro.

De no operarse un milagro, una vez que el feligrés caminante, haya pasado la “Barrera seis”, empezará a sufrir los mensajes acuciantes de la citada glándula, precisándoles que le guste o no, llegó la hora de “colgar los guantes” por más que como canta cierta movida salsosa “¿A quién no le gusta el cuchi-cuchi aquel?”- y entonces, vienen las ominosas visitas al urólogo, que cumpliendo su socrática misión debe explorar “el terreno”-es un decir- empleando el enguantado dedo anular, que por algo los romanos denominarían “inpúdicus”, o en ciertas clínicas fichas que, para el caso emplean unas maquinitas semejantes a afeitadoras “Phillips” que hace tiempo ya no me regala nadie para mi cumpleaños. Pero ahí no culmina la historia, sino más bien comienza, como acaba de comprobar un colega a quien llamaremos “Pancracio”, para que nadie sepa  que se trata de “Pancho X”

Resulta que el pata -entre otros quinientos malsufrientes- fue citado, para el siguiente capítulo de esta apasionante telenovela que escribió la vida misma y haciendo una breve pausa entre pichi y pichi- agarró puesto 35 en una desgarbada cola de cochitos, con los que entabló resignada y casi-cómica charla sobre las desventuras mutuas. Y ahicito nomás, surgió el horror. El teclo Namber 36, le contó que a él, ya le habían hecho la pre-operación llamada “cicloscopía”, torturante merecumbé durante el cual, introducen al cliente una sonda-ya se imaginarán ustedes, por dónde- a fin de explorarle las intimidades hasta niveles de la vejiga. Según mi colega, su compañero de infortunio, le contó entre lágrimas, que el conducto profanado, no sólo sangró profusamente sino acusó una grave infección que al ser combatida mediante un masivo ataque antibiótico, lo ha dejado sordo de un oído y ciego de un ojo, razón por la cual ya no puede ejercer su oficio de taxista y ahora vive de la “comprensión” eventual de un hijo malas-pulgas”.

El cochito, sigue yendo al hospital, que le dicen, para no perder sus “citas, análisis y esas cosas, que lo van preparando para el que quizás sea el “acto final” de la pachanga, que es, más o menos, la extirpación de lo que lo está matando, quizás, para abreviar la faena, como se dice en tauromaquia.

Al filo de esta tétrica narración, se incorporó el viejito Namber 38, que añadió –como jugando- “ y a mí, mire cómo me han dejado”- al tiempo de mostrar una botella de plástico que ahora lleva adosada a la cintura, para recibir la incontenible orina, mientras vaga por esas calles del mundo, atisbando el piadoso final que le hace guiños por todas las esquinas.

Entonces “Pancracio” que será todo los “Pancho” que ustedes quieran, pero gil nunca ha sido, lanzó su grito de guerra que no puedo repetir porque es lisura y abandonó el escenario violentamente, justo para encontrarse con quien esto escribe, que no anda lejos de estas alternativas. Y para mitigar sus penas, le conté que mi hermano ausente Arturo “Apa” Morales, sostenía que a partir de cierta edad, los varones a la hora del chuculún, hacíamos un tremendo despelote “como las Cataratas del Niágara”, para finalmente rematar en tres gotitas de colirio “Eyemo”,- pero “Pancracio” no se rió del chiste y más bien hizo un amago de lloriqueo y entonces yo, solidario como soy, recordé no sólo haber leído en internet algo acerca de los peligros de operar la próstata y la opinión de connotados urólogos de fama mundial, que han escrito un libro titulado: “Las Quince Razones Por Las Cuales Usted No Debe Operarse de la Próstata”, aparte del teve-reportaje practicado a un cirujano de la especialidad, quien afirmó que la desdichosa operación “tiene un riesgo negativo del 60 por ciento”,  lo cual fue recientemente confirmado también a través de la tele por una uróloga del Hospital “Dos de Mayo”.

Pero, también recordé la entrevista que le hice al sabio naturista Mágister Ángel Vargas Mosqueira, hace casi veinte años. Por ese lejano entonces, este investigador naturista y prestigioso profesor universtario, me habló de las virtudes del saúco, mostrándome fotos y testimonios de algo así como diez ancianitos a quienes salvó de la operación prostática, en un hospital de Huacho.

Y haciendo coro al llanto de mi sufriente colega, le hablé del asunto. Lamentablemente, había perdido yo de vista al Dr. Vargas Mosqueira y no sabía cómo encontrarlo.

Pero, me dije: “¿Y para qué tengo yo una hija que es una de las más  prestigiosas vidente de Latinoamérica, mundialmente reconocida, si ni siquiera puedo ayudar a un colega en desgracia?” y, para hacerla corta, en veinte minutos de solidario esfuerzo, mi querida hija “Agatha Lys”, ubicó al Dr. Vargas Mosqueira con dirección teléfono y todo”. Sin perder un segundo, me comuniqué con él, y para mi asombro, me recordó muy cariñosamente, evocando mi lejana entrevista. Me contó sus avances en el estudio de la “sambucus peruviansis” que es la denominación científica de la “uvilla” del saúco y sin pensarlo dos veces, lo puse en contacto con mi desesperado amigo, tal como ahora debo hacer con cualquier condenado a “dormir con la enemiga”.- Al Dr. Angel Vargas Mosqueira, se le puede ubicar llamando a los celulares: 956-162-659 y 992-826-331. “Bueno ¿y en cuanto a la disfunción eréctil?-me preguntó acucioso uno de mis jóvenes alumnos de la Universidad Jaime Bausate y Meza. Ese, es otro cuento, jovencito,- le dije y para rematar la nota, le referí una anécdota que protagonicé, con el  inolvidable y fraterno Pedro Paradizo “Zandróx”, cuando el citado astrólogo, sintió atrapada su muñeca izquierda al cerrar la puerta de su oficina. Este hermano ausente que nunca perdió el sentido del humor, retiró el brazo y luego de comprobar la hora, me dijo: “Se me ha parado el reloj”, a lo cual, yo, cachoso como es mi naturaleza, respondí: “algo es algo, hermano”… y la vida siguió andando.

 

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