El cine peruano, un proceso que merece apoyo

 

El cine peruano está mostrando un nuevo rostro en estos últimos tiempos, hecho que es fruto del esfuerzo de productores, técnicos y elencos artísticos. Resulta grato recordar que esta titánica labor, vio sus primeras luces allá por el 2 de enero de 1897. En aquel día la población de Lima observó con gran interés la exhibición de imágenes móviles gracias a un aparato llamado Vitascope, obra de Thomas Alva Edison lograda el año anterior y que fue importado por dos personajes que ahora están en el olvido: Uno se apellidaba Viquain y el otro W. Alexander.

Fue tal la novedad que en esa Lima de escasa población, formada por 150 mil habitantes, que hasta el presidente de la Republica Nicolás de Pierola, su Gabinete Ministerial en pleno y hasta los más altos funcionarios del gobierno, no perdieron la oportunidad de admirar el despliegue de imágenes proyectadas por el Vitascope.

No se crea que todo se observó en silencio. Al mismo tiempo, de la emisión de las imágenes, fue instalado un fonógrafo, también invento de Edison, que sirvió para darle el marco musical. De ahí para adelante, la novedad incursionó a las provincias, en medio de la entusiasta y satisfactoria alegría del público en general. Pero la alegría fue mayor de los empresarios itinerantes, quienes no perdieron la ocasión de promover la costumbre y la necesidad del espectáculo cinematográfico.

Las crónicas periodísticas también mostraron la entusiasta acogida de la naciente industria de entretenimiento, sobre todo cuando a partir del 23 de abril de 1899, el Teatro Politeama, exhibió las primeras vistas fílmicas del Perú, por supuesto vistas móviles, entre las que destacaban la Catedral de Lima, camino a la Oroya y Chanchamayo, entre otras tantas imágenes del panorama urbanístico de la capital y luego de las regiones naturales del Perú.

Paisajes, eventos cívicos y religiosos, fiestas costumbristas, monumentos históricos, se constituyeron en la predilección del público, hasta que en 1913 se dio un gran avance con las primeras películas peruanas de ficción, una titulada “Negocio al agua” y otra “Del manicomio al matrimonio”. El entusiasmo siguió creciendo y el aplauso no fue mezquino, como ocurrió con el primer largometraje argumental, que fue estrenado bajo el rubro de “Camino a la Venganza”. El fotógrafo y pintor Luis Ugarte hizo realidad este drama fílmico.

Más adelante, la historia menciona a Alberto Santana, como un verdadero pionero que desarrolló la industria cinematográfica, con argumentos propios de la comedia y el melodrama, aunque es verdad tuvo que pasar las de Caín. El proyecto se frustró y los mil problemas causaron desaliento, a tal punto que la industria cinematográfica se detuvo. Pero eso no fue obstáculo, para que después a partir de los años 30 y 50 del siglo pasado, nuevos entusiastas trabajarán por el progreso del cine peruano. Los nombres de Julio Barrionuevo, Pedro Valdivieso, figuran entre esos precursores. Ahora, soplan otros vientos. El entusiasmo de ayer ha cobrado nuevo impulso. Pero esa, es otra historia.

 

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