El crimen perfecto (I)

 

¿Investigar un asesinato?

En mis tiempos de Director de diario, tuve ocasión de desplegar mis investigaciones periodísticas al respecto, no siempre con buena fortuna, desde luego y no por ineficiencia periodística. ¡Qué va! Lo que a veces ocurre que un sector de la prensa, incluso apoyado en ciertos sectores del poder oficial, decide, (nunca jamás sabré por qué), a fin de cumplir una labor de obstrucción y confusiones, que aseguran la impunidad del asesino, o asesinos, aunque Uds. no lo crean.

Bien decía el desaparecido colega Jorge “Coco” Salazar, que “en el Perú, sólo se resuelven tres de cada diez asesinatos… Y eso, mi estimado, conforme lo pude sufrir en carne propia, en más de una oportunidad.

Lo anterior -en especial- vale para el “magnicidio”, que no sólo se refiere al asesinato de mandatarios. También comprende a políticos visibles,” inmanejables” o a capitanes de empresa que puedan incomodar a ciertas esferas de poder, o que se resistan a doblegarse frente a cualquier género de chantaje.

Y no hablemos de los asesinatos cometidos por sicarios chapuceros -casos que la policía cierra calificándolos de “ajuste de cuentas”- pues de ocuparnos de ellos, nos faltaría espacio, tiempo y ánimos de paciencia, que, en mi caso, dejaron de ser pródigos hace, ya, muchos años.

Recordemos, sin embargo, el asesinato de un importante empresario pesquero, que extorsionado por dos visibles nazis, residentes en nuestro papis, decidió contrarrestarlos dirigiendo una carta-denuncia a Simón Wiessentahl, líder de “Los Que Nunca Olvidan”.

La real pista de los asesinos y su red cómplice, fue evidenciada por el ex Juez Ad-Hoc José Santos Chichizola y, modestamente, por este escribidor, que unido a Ernesto Chávez Alvarez, “inventó” sin un cobre, lo que hoy pomposamente se reconoce como las muy justificadamente bien remuneradas “Unidades de Investigación”, que en buena hora, prosperan en diversos medios de comunicación.

“La Lista de los Nazis”, que nosotros descubrimos -en muchos casos- con riesgo de nuestras propias vidas, fue ridiculizada por un “brillante” periodista, que llegó a calificarnos de “fantasiosos delincuentes del periodismo”, mientras el asesino directo del empresario citado, huía a Bolivia, pilotando su propio “escarabajo”, al amparo de una placa diplomática, robada a la Embajada de Hungría por agentes de la policía política del gobierno militar de aquel entonces.

Pero sucede que andando el tiempo. y ajusticiado por el cáncer Klaus Barbie (a) “Altman”, en una prisión francesa donde purgaba condena por otros crímenes, las autoridades bolivianas, encontraron entre sus papeluchos, un croquis del escenario del asesinato cometido en Chaclacayo, además de lo que podría considerarse el “iter crímini” o, en otras palabras, toda una planificación de tan infame hecho.

Para entonces, el “gran periodista” que nos calificó de “delincuentes”, había muerto ya, en medio de discursos y homenajes, por lo cual, el hallazgo “boliviano”, sólo mereció algunos escuetos comentarios y ni un solo recuerdo para quienes investigamos y descubrimos la trama criminal, con sagacidad y honesta decisión periodística. El asunto, es ya, “arena que la vida se llevó” y quienes encontramos “el hilo de la madeja” que pudo conducir a la Verdad, seguimos siendo periodistas y nada más, porque así es, este hermoso oficio.

Pero… hablando en clásico…

Pero, para hablar en clásico, que viste mucho, aunque no dé plata.
Quiero remitirme a un relato de Thornton Wilde, (el mismo autor de “El Puente de San Luis Rey”), alguna vez citado por el maestro Gabriel García Márquez, aludiendo a los famosos “idus de marzo” que presagiaron el magnicidio que acabó con la vida de Julio César, allá por el año 44 antes de Cristo.
Según se entiende, el presagioso sueño de su mujer, Calpurnia, no tendría ningún mérito de anticipación, ya que por dichos sombríos “idus”, (días), “toda Roma sabía”, que iban a matar al avasallante dictador.

Una cohorte de adivinos

Quienes han buscado en las memorias escritas por el mismo Emperador describen con deleite el frenesí de los “arúspices” oficiales, que “descuartizaban aves y pretendían interpretar los “signos de la Naturaleza”, lo cual se plasmó en quince informes premonitorios. Uno de ellos, se basaba en las entrañas de un ganso que tenía manchas en el corazón, en tanto otro pichón lucía un riñón descolocado, además de una piedrezuela en el buche, todo lo cual, no podía sino interpretarse, como siniestro vaticinio para la vida de “El Gran Julio César”, que respondió al chamullo comentando: “Yo, que gobierno a tantos hombres, soy gobernado por pájaros y truenos”.

Más allá del cuento, dicen los decidores, que el famoso dictador, dio inicio a un libro del cual, sólo llegó a concebir el título, que tiene, no hay que negarlo, tremenda carga poética. “Auguralia”, guárdame esa flor.(MAÑANA: “AUGURIOS E INGRATITUDES”).

 

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