El deportista es el centro

 

En esta hora de discusión de si los Juegos Panamericanos 2019 en Lima van o no van, existen varios conceptos a considerar.

Nunca como en estos últimos quince años el deporte fue tan rico y nunca los resultados fueron tan pobres. Ha llegado la hora de cambiar este modelo. Miremos los Bolivarianos desde el primer lugar, como a finales de 1940. Pensemos en los Juegos Odesur con entusiasmo para remontar esa ubicación por debajo de la mitad y escalar dos o tres casilleros. Hay deportistas y existe talento. Luego, con más orden, intentar éxitos en Panamericanos y Juegos Olímpicos.

El deporte en su conjunto tiene dos importantes fuentes de ingresos anuales: a través del Instituto Peruano del Deporte (Ministerio de Educación), alrededor de 300 millones de soles; y vía gobiernos locales (Ministerio de Economía y Finanzas), poco más de 900 millones de soles. Con 1.200 millones de soles al año, el Perú tiene cómo poner en marcha un plan integral de desarrollo para aficionados y en el nivel competitivo. Qué hacer: reorientar los recursos hacia el que hace el esfuerzo en la cancha o en la pista. Además, proteger la caja de caudales.

Carrera contra reloj

Las palabras son insuficientes para describir el esfuerzo que realiza día a día un deportista competitivo en el Perú. Horarios estrictos, alimentación especial, extenuante esfuerzo físico y lesiones crónicas. Un sueño único: representar al país en competencias oficiales.

Solo un pequeño número consigue resultados que la prensa deportiva ilumina de manera intermitente. Apenas dos o tres nombres sobresalen en las citas más exigentes y en los certámenes más relevantes.
Aun cuando la adversidad sea la cara constante, el deportista persiste sin fatiga, se aleja de la indiferencia, supera las injusticias y si es premiado por la diosa fortuna tiene el desprendimiento de compartir su triunfo con el país y con los aficionados.

Ese espíritu invencible carece de apoyo oficial. Las normas, los decretos y las leyes solo favorecen la carrera de quienes dirigen las federaciones y se desentienden de quien realiza el esfuerzo permanente por mejorar marcas y resultados. El deportista recibe menos de lo indispensable y está presionado para rendir más allá de sus posibilidades.

Y esa es una de las razones por las cuales nuestros representantes carecen de opciones de conseguir medallas o buenas posiciones en los certámenes internacionales. La mayor tajada de la torta es consumida en la instancia administrativa.

Un dirigente rara vez es confrontado por su gestión y eficiencia en el manejo de su organización. Siempre desvía el foco de atención hacia la arena de la competencia. En cambio, el deportista es evaluado al milímetro y recibe críticas sin piedad.

Eso tiene que cambiar. Con 1.200 millones de soles al año existen, inclusive, los recursos indispensables para afianzar la alta competencia y conseguir ese salto en torneos internacionales que elevarán la moral y nos permitirán ver el futuro con esperanza y alegría.

 

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